0

Email cepesiano simpático

¡Pues ya estoy aquí!

Después de unos días en Canarias y otros tantos de curro intenso, toca actualizar un poco el blog. La verdad es que cada día me da más pereza y tengo menos historias para deleitar vuestras vidas. Supongo que será porque después de pegarte el día programando no te quedan cosas para contar.

Cuando la bella doctora vuelva mañana le pediré las fotos del viaje para poner alguna aquí, os contaré un poco de qué me disfracé y alguna anécdota curiosa con los autóctonos de esa tierra de (sorprendentemente, ya os diré por qué) «no-gordos, casi». Fueron unos días sin desperdicio, de comer como cerdos reyes, bailar y travestirnos. Me vino estupendamente dejar de pensar en Solr, Javascript y Liferay y dedicarme a disfrutar de la comida y la tranquilidad.

Mientras hago tiempo hasta que pueda deleitaros con mis historias canarias, os voy a enseñar un mail bastante simpático que he recibido esta mañana. Parece ser que alguien se ha dejado el coche con las luces puestas en el parking del CPS (ahora EINA, menudo nombre más feo) y algún alma caritativa ha informado a la dirección para que avisaran al dueño.

De modo que el email dice así:

******************************************************************

[est.eina] AVISO: coche con luces encendidas en aparcamiento

AVISO:  En el aparcamiento situado enfrente del Edificio Torres Quevedo,  hay un coche con matrícula XX-XXXX- XX con las luces encendidas.

***************************

Desde luego me parece todo un detalle, porque estando en el culo del mundo quedarse sin batería puede hacer desesperar a cualquiera. Un señor gesto por parte de quien haya avisado y, como no, de quien haya decidido mandar el email.

Desde luego, con las convalidaciones Erasmus te tratan de tonto y te timan (un besico, tocayo Montesanto), pero me alegra ver que hay gente con mejor voluntad. Además este email me ha arrancado una sonrisa, es bastante molón, ¿o no?

Pues nada, jóvenes padaguanes, otro día más… y mejor.

Y au 🙂

PS: Mañana moratonamente 😀

 

3

Adios Cepese… soy ingeniero

Bueno, por fin es definitivo.

Queridos frikoides que me leéis, abandono el Cepese, ese lugar donde tantas horas he pasado, donde el sol pega y no hay donde refugiarse, donde una práctica perfecta vale 8.  Aún no me puedo creer que no vayan a hacerme gratis sufrir nunca más (pagando en realidad). A decir verdad… me harán sufrir pero me pagarán por ello. ¿Podéis creerlo?

Esto que voy a hacer es una tontería, pero es mi blog y aquí soy el amo y señor, de modo que voy a darme el gusto:


[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=04854XqcfCY&ob=av3n[/youtube]


Güi ar dechampiñons,  maifréeeeeen ….

Adiós Estanis, adiós «no me creo que la mitad de la clase apruebe», adiós «un sobresaliente no es un 9, es que eres de los 10 mejores» (sí, el amigo del anuncion de Amstel, planta baja, me dijo algo así), adiós.

Ale, otro día más 🙂

PD: También había profesores buenos (y no pocos), a ellos, gracias. Alguno leerá esto, me da la impresión…

PS: Ingenieril y SPA-mente, oeoe 😀

 

 

1

Un día tonto lo tiene cualquiera

Ayer fue de esos días que recordaré una buena temporadilla. Y es que definitivamente Dios debía tener un mal día, y lo pagó con el pobre loixiyo, «pa variar».

Ya por la mañana mi despertador se olvidó de hacer su trabajo, así que llegué el «cepese» cuando buenamente pude. Hasta aquí nada anormal, suele pasarme más o menos TODOS los días, así que no me preocupó en exceso. Lo bueno vino por la tarde.

Vine al CPS porque tenía clases de TAP con el señor Campos, de 15 a 16h. Pero en la comida me encontré son Sadoumeiquer, que me dijo que no había clase de TAP. Todo fue alegría, porque parece ser que me equivoqué con los horarios, así que en principio tenía dos horas más para hacer prácticas, que bien me iban a venir. Qué bien, oye.

Pero la primera sorpresa llegó de la mano de «la bella quiut», cuando a las 15:21h me preguntó por qué no estaba en clases de Programación Concurrente. Después de unos segundos de asombro caí en lo que estaba pasando. Los miércoles no tengo TAP (Shadow tenía razón), sino que tengo Concurrente con el señor Ezpeleta. Ahora todo cuadraba, y por desgracia no era cuestión de entrar a clase 21 minutos tarde, teniendo sólo una hora.

Así pues, mi única razón para venir al «cepese», que está en el culo del mundo, se me había ido al garete.

Pero no pasa nada, pensé. Tenía hasta las 7 para hacer prácticas, así que podía aprovecharlas. Así lo hice aunque, para mi sorpresa otra vez, no conseguí hacer absolutamente NADA, no me cundió.

Llegaron las 19h, tenía que salir al fútbol, y como tenía que pasar por la farmacia a hacer algún recadillo, salí un poco antes. En la farmacia, sorpresa de nuevo, aunque esta me la reservo, os quedaréis con la curiosidad, me temo.

Todo iba «bien», tenía 40 minutos para coger un bus y llegar a la Romareda, que había partido de fútbol. En principio tiempo suficiente, excepto por el detalle de que 34000 personas estaban haciendo lo mismo que yo. Así que el autobús fue la fiesta padre. ¿Sabéis lo que es ver un semáforo a 50 metros y saber que vas a verlo ponerse en rojo por lo menos 3 veces antes de que pases por él? Pues eso me pasó. Vi abuelas adelantar al bus andando a paso de tortuga. Vi como el semáforo se ponía verde sin que ningún coche se moviera. Y una cosa que no vi, a la policía local regulando el tráfico. ¿Estarían poniendo multas por otro sitio? ¿En el bar del tío Paco echando unos pinchos de tortilla? A saber.

Al final, y después de ver mi parada 3 coches delante mío durante cerca de 14 minutos, bajé del bus algo indignado. Y al poco tiempo estaba sentado en mi asiento.

Algo que salió bien ayer fue que los seguratas de la Romareda no descubrieron el portátil que llevaba en la mochila. De ser así no me hubieran dejado entrar, por si acaso se me ocurría lanzar un «objeto contundente de 600 euros» contra algún espectador o futbolista. Es curioso que es más fácil meter al campo una navaja en el bolsillo que un ordenador portátil. Pero bueno, así son las cosas.

Del partido mejor ni hablo, menuda forma más estúpida de acercarnos a la segunda división, juasjuasjuas.

Y bueno, supongo que lo único bueno del día llegó a la noche, que me fui a cenar y tal. Cené en un chino, y después vi un «pagüerpóin» en el que troceaban a un hombre chino. ¿Sabéis cómo deja eso las tripas? Jojoj.

En fin, un día curioso con contratiempos inesperados. Un día tonto, que puede tenerlo cualquiera. Pero lo advierto, habrá revancha y no habrá powerpoint que me joda 😀

Ale, me voy a echar un cigarrito de rigor, que hoy SÍ que tengo TAP.

Y au 🙂

4

Colega, ¿dónde está mi grupo?

Ayer fue un día memorable, estuve en Barcelona, acabé en mi pueblo, y vi actuar a Juako Malavirgen que, una vez más, me dejó con agujetas en la tripa de tanto reírme.

Pero no voy a hablaros del viaje en esta ocasión. En lugar de eso voy a contaros algo que me ocurrió ayer durante la visita a Barcelona:

Para enseñarnos el recinto, hicieron dos grupos, y nos llevaron por dos recorridos distintos. Mi guía era un hombre con acento catalán cerrado, melenas, y bastante majete el hombre. Y bueno, el recorrido fue más o menos así:

1. Escaleras: Nos explicó dónde estaba la «Sala Blanca», cómo era, tal y cual.

2. Sala: Nos dijo que los informáticos deberíamos trabajar más con hardware, nos comentó impresiones y nos animó  a meternos en esos temas que él estudia (son interesantes, pero yo soy un negado).

3. Tras doblar la esquina, nos enseñó un poster, nos lo comentó y soltó una coña sobre curas.

4. Bajamos escaleras, parada junto a una máquina enorme.

5. Llegamos al «jol», nos contaron cuatro cosillas.

Ahora empezaba la segunda parte de la visita, en la que los dos grupos íbamos a hacer el recorrido que nos faltaba, así que, a ello nos dispusimos, y el recorrido quedó algo así:

1. Escaleras: Nos explicó dónde estaba la «Sala Blanca». Me mosqueó un poco, pero pensé que el hombre estaba haciendo tiempo hasta que nos dejaran ir a verla.

2. Sala: Nos habló de los informáticos, de que deberíamos trabajar más con hardware, nos comentó impresiones…  Un discurso bastante parecido al anterior.

En este momento pensé: «Pobre hombre, ha olvidado que ya nos ha contado esto, y nos lo está repitiendo sin querer. Y lo peor, la gente, qué mamona, podría avisarle». Pero decidí que igual les dio vergüenza cortar su discurso, como me daba a mí, así que me callé. Tal vez seguía haciendo tiempo.

3. Tras doblar la esquina, nos enseñó un poster. Algo en mi interior, aunque no sabía qué,  me decía que iba a hablar de los 15-20 nanometros de aquella imagen. Así lo hizo. Yo pensaba:

– ¿Pero de verdad nadie se está dando cuenta de que este señor no rige? ¿En serio?

Empecé a agobiarme cada vez más. Era el único que se preocupaba por la salud mental de aquel señor. El único que estaba flipando en colores al ver que nos estaba contando LO MISMO. A nadie parecía importarle, escuchaban con atención. Tal vez el problema era general, y la gente tampoco se acordaba de lo que les había contado. Debía ser eso, sin duda. El lugar producía amnesia, pero yo me había salvado.

Luego fue la coña de los curas, OTRA VEZ. La gente, igual que antes, volvió a reírse. De modo que pensé:

– Vamos a ver… ¿en serio os hace gracia otra vez? ¿En serio soy el único al que aún le llega sangre a la cabeza? ¿Nadie me entiende? Estaba a punto de explotar, el agobio podía conmigo.

4. Bajamos las escaleras, parada junto a una máquina enorme: Os podéis imaginar, ¿no?

Aquí vino el climax. En el grupo había alguien que no debería estar allí. Era Sara, una chica que había ido a caer en el otro grupo. Mi vida dio un vuelco, así que decidí mirar alrededor. Había más gente del otro grupo… Ahora quedaba lo más complicado, deducir lo que estaba pasando.

Tras todo tipo de métodos estadísticos, inducciones matemáticas y otras herramientas de cálculo megatrónico, entendí lo que estaba pasando:

ME HABÍA CAMBIADO DE GRUPO SIN QUERER.

Este minúsculo y totalmente comprensible error de cálculo supuso las risas de todos mis compañeros a lo largo del resto del día. Tampoco es para tanto, digo yo. Pero bueno, yo os lo cuento, porque tal vez os ahorre algún que otro disgusto. Si alguna vez os pasa algo parecido, sabréis que os habéis equivocado.

Y au! 🙂

0

Sillón-ball

Hacía tiempo que no era tan feliz…

Ya no me acordaba de lo que era poder tumbarse y agarrar un huevo en cada mano. Tumbarme en el sofá y frotarlos con ambas manos hasta que me canse. Y cuando eso ocurra, cambiarlos de mano y repetir la operación.

Había olvidado lo que es no tener preocupaciones, aunque fuera por dos días. Salir el viernes, beber y bailar hasta no poder más. Tumbarme el sábado y descansar, ir al baloncesto a ver ganar al Cai el domingo (he estado con Mapache, cosas de la vida)… Bien, vaya.

Felicidad, relax…

Aún me faltan notas por saber, de momento todo han sido buenas noticias, pero no tiene por qué seguir así. Pero en cualquier caso, estos días no los cambio por nada. Y nada, ahora a ver cómo empieza el segundo asalto. Quedan muchas cosas buenas por salir, entre ellas mi ansiado Erasmus. A saber qué conseguiré, pero el no ya lo tengo, ¿no?

En fin, ahora toca irse a dormir, así que otro día que pase algo interesante escribo otro ratico.

Y ya está 🙂

Ojo… comer pasteles está bien, pero no antes de la dieta. :-O

0

Cuando los auriculares te fallan

Es sabido que el CPS «alegra la vida a cualquiera». Yo aquí estoy, escuchando música con el «Espotifai»  y tratando de rehacer las odiosas entretenidísimas prácticas de economía. Ya se han ido las «cucas industrialas» que estaban con «Orador prodigioso», cansadas de tanto Pascal y tanto diálogo, así que no tengo nada entretenido con lo que reírme.

Así que, en un intento de concentración, me ha venido a la mente lo que podría ser uno de los mayores ridículos que se me ocurren ahora mismo. Pongámonos en situación:

Ahora mismo, y como he dicho, estoy en un laboratorio escuchando música y dedicado a labores académicas. Pero perfectamente podría no estar escuchando música sino gemidos locos de dos lascivas señoritas, disfrutando (juntas, claro) algo más que yo con estas prácticas. Y perfectamente podría no estar en el laboratorio rodeado de colegas, sino en una aburridísima conferencia sobre un tema que ni me interesa ni entenderé en la vida. Pongamos además, que el conferenciante tiene la voz monótona y adormecedora, y que decido ponerme los auriculares para no molestar (y que no me pillen escuchar a este par de bellas damiselas desnudas).

Ahora que tenemos el escenario, (RECUERDO: somos unos oyentes aburridos que deciden ver películas «amenas» para entretenerse), vamos al hecho en cuestión:

Lo peor que creo que podría pasarnos, es que, además de escuchar el sonido por los auriculares, se escuchara también por los altavoces del portátil. ¿Imagináis? Pensamos que sólo nosotros oímos lo que está pasando entre María y Candela (nuestras dos amigas, a las que acabo de bautizar), pero no. TODA nuestra fila está al tanto de la acalorada actividad que se llevan entre manos. TODA nuestra fila está escuchando atentamente a nuestros altavoces, como si de un partido en la tanda de penalties se tratase.

Y para colmo, nadie nos avisa de este golpe de mala suerte. Razones para ello, hay varias. Una por no molestarnos, otra porque así pueden seguir riéndose de nosotros, o simplemente para seguir disfrutando de la «ópera» que estoy compartiendo con el resto de la sala.

En fin… espero no verme nunca envuelto en algo como esto. Ahora que os lo he contado ya puedo seguir con las prácticas. Otro día más.

Y ya está 🙂