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El juglar del bus de vuelta

Pues ya estoy aquí otra vez. Este mes apenas he escrito, pero irse de Erasmus te obliga a pegarte unos viajes de coj*n para despedirte. Primero fue Estambul, luego fue la playa con la joven doctora, y ahora toca irse al pueblo a pegarme los últimos chuzos antes de emprender mi huida 😛

La vuelta de ayer, que es lo que me apetece contar porque yo lo valgo, fue de lo más curiosa.

Todo empezó a las 10 de la mañana, cuando la joven doctora y yo pensábamos levantarnos para disfrutar de nuestro último baño en la playa. Como era de esperar, el móvil fue puntual y nos despertó. Pero una mano, no recordamos  si mía o suya, apagó las sucesivas alarmas que sonaron. Así que nos despertamos a las 12 y con día nublado, y de playa ni hablar.

Tuvimos cerca de 5 horas para hacer maletas, comer, recoger el apartamentillo y salir. Pues, como era de esperar dado el par de desastres que nos hemos juntado, llegamos al bus de milagro, porque se retrasó unos minutos :-D… Aún con la comida en la garganta, nos sentamos en el bus, en lo que deberían haber sido 3 horas de viaje de vuelta.

Pues no… no lo fueron. El autobús se recalentaba, y el conductor tenía que parar cada 20 minutos o así. Un total de cinco paradas hasta que conseguimos llegar a la Estación Delicias, una hora después de lo previsto.

Lo bueno fue, que a 20 minutos de Zaragoza, un joven de 82 años se animó y empezó a contar chistes. Medio bus estuvimos partiéndonos el culo por su amplio repertorio. Destacable, lo siguiente:

(Una mujer se confiesa):

– Padre, padre, confieso que he sido violada.

– No te preocupes, hija mía, eso fue contra tu voluntad.

– No, no, padre. Eso fue contra la pared.

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Un niño le dice a su madre cuando ésta salía de la ducha:

– Mamá, mamá, ¿qué es eso? (señalando «la zona del poder femenino»)

– Eso, hijo mío, es un garaje.

Otro día, encuentra a su padre saliendo de la ducha y le pregunta:

– Papá, papá, ¿qué es eso? (señalando «el norte de la brújula»)

– Eso, hijo mío, es un seiscientos.

En esto que se los encontró otro día, «zumbando» en la cama, y gritó:

– ¡Pero papá! ¡Acelera, que te dejas las ruedas fuera!

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Habiendo acaparado la atención de medio autobús, el joven de 82 años dijo cosas como:

– Fijate qué éxito con las mujeres… ¡medio autobús contemplándome!

– (respondiendo a una mujer a su lado): ¿De dónde vengo? ¡Pues con tanta parada ya ni me acuerdo!

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Soltó mil chorradas más, con mucha más gracia que la que pueda tener leerlas aquí, así que no me lío más.

La cosa es… ¿Y si fuera la empresa la que, al ver lo mal que estaba ese bus, puso allí a aquel hombrecillo gracioso y feliz? ¿Podría ser eso posible?

Porque joder, porque estábamos cansados, pero ya podría haber durado más el viaje, que me hubiera dado lo mismo 🙂

Con la felicidad de una semana de lo más entretenida, me voy a preparar la maleta, que esta noche hay que dejar el pabellón bien alto. Será mi último fiestón monrealero antes de mi exilio.

Y ya está 🙂