Hoy he visto algo que me ha parecido curioso.
Estaba yo con las prácticas de Chomsky (menudo coñazo, y lo siento si lo lee pero no sé llamarlas de otra manera), y como no me salía, he decidido salir a la terraza y fumarme un cigarro tranquilamente.
En la otra acera, había una furgoneta en doble fila, y un hombre que quería salir con su coche. Se ha pegado varios minutos allí esperando, y al ver que nadie venía, en lugar de llamar a la grúa (es algo cabrón, pero efectivo) para que se llevaran la furgoneta “obstáculo”, ha empezado a pitar como un descosido. Ha debido pensar, que igual destrozando los tímpanos del resto de la ciudad, el obstáculo iba a desaparecer. Algo así como cuando de niños tenemos miedo en la cama, que nos metemos debajo de las sábanas. Está demostrado científicamente que debajo de las sábanas el asesino no puede hacernos daño.
Pues bien, después de cosa de 10 minutos pitando como un poseso, ha tenido la idea del siglo. Ha pedido ayuda a dos jóvenes que paseaban por la calle, y se ha decidido a empujar la frago para poder salir. Lógicamente, la frago pesaba un cojón, y era mucho más complicado moverla con el freno de mano puesto. Pero… el “listo” éste ha tenido la iluminación:
MUY FACIL: Si el freno de mano está puesto, no podré moverla. Si no estuviera puesto, podría moverla.
CONCLUSIÓN: Abro la puerta del vehículo, quito el freno de mano, me siento en el asiento del conductor, y mientras los dos pobres paisanos empujan, yo conduzco. Y así, sin más dudas, se ha dispuesto a hacerlo.
Dicho y hecho: Han empujado la furgoneta unos metros hacia adelante, han sacado el coche y la han vuelto a dejar como estaba.
INCREIBLE PERO CIERTO.
Y es que… yo ni loco abro un coche ajeno para empujarlo unos metros y sacar el mío. Yo llamo a la grúa y que se J*DA.
Alucinado por la capacidad improvisatoria de la gente, me despido por hoy.
He dicho.