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Estúpidos sin fronteras

Dicen que el universo es infinito, aunque yo nunca lo he tenido muy claro. Para una hormiga a oscuras, una pelota de unos 50 metros de diámetro sobre la que camina puede parecerle infinita también. Pero aun así, conforme vas descubriendo un lugar nuevo, vas llevando más lejos los límites del terreno conocido.

De acuerdo con esta teoría loixiana (e imagino que de mucha gente antes que mía), cuando ves una actitud más estúpida de lo que habías visto hasta la fecha piensas algo como: «Pues sí, sí que se podía ser más tonto».

Este pensamiento viene a mi mente a diario en el CPS, cuando Mapache aparece por el laboratorio, la sala de estudios o la cafetería. Cuando logro convencerme de que ha llegado al punto máximo, me demuestra que me equivocaba, era sólo un punto de inflexión. Pero hoy he descubierto que este curioso personaje tiene serios competidores, como por ejemplo los protagonistas de la historia que os voy a contar:

Tras la primera hora de clase con «El entrañable narrador», he salido a fumarme un cigarro a las puertas del edificio. Y en la puerta había 3 mozos más o menos de mi edad hablando. Nada de extrañar, hasta aquí todo es normal.

El caso es que había una capitana enorme (una planta seca de esas que aparecen rodando por las calles desiertas de las películas del Oeste) en la explanada. Pues a «ÉL» no se le ha ocurrido otra cosa que cogerla y ponerla justo en las puertas automáticas de la entrada.  La cosa ésta medía un metro de alto, ancho y ancho, y ocupaba prácticamente toda la entrada al edificio.

Orgulloso por su hazaña, nuestro hombre miraba al horizonte, mientras los dos macacos que tenía como amigos le reían la gracia.

Y lo más curioso de todo, es que la gente que quería entrar al edificio, lo hacía caminando de perfil para no tocar la capitana. A ninguna de las 10 personas que han entrado en esos minutos se le ha ocurrido retirar el obstáculo, y en lugar de eso intentaban sortearlo.

No me ha quedado más claro quién es más estúpido, si «ÉL» o los 10 listos sin dos dedos de frente para retirar aquel armatoste de su camino.

He acabado el cigarro, me he acercado a la puerta todavía sorprendido y he retirado la capitana para que no molestara. Todo esto ante la mirada de desprecio de «ÉL» y sus macacos. Después he entrado a deleitarme con las anécdotas memorables del narrador.

Hoy sólo puedo meterme en la cama pensando: «Pues sí, sí que se podía».

Y ya está 🙂

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Esto me suena de algo…

Antes de nada, he de decir que ODIO LA ECONOMÍA.

Cuando sea caudillo, una de las primeras cosas que haré será ilegalizar su enseñanza, junto con la Matemática Discreta, y alguna asignatura más que no mencionaré (tengo que aprobarla, así que seré comedido por esta vez). Quien la imparta y/o practique acabará en el islote Perejil, custodiado por 734502871 lanchas de la Guardia Civil, o en un viaje espacial a Marte, con reservas de oxígeno sólo para el viaje de ida.

Dicho esto, lo único que puedo hacer es tomarme la situación con humor. Y qué mejor manera que ver este vídeo que tanto me gusta y que me recuerda tremendamente a un personaje muy querido en este nuestro amado centro (No, no es ironía, este tío curra que da gusto). Desde aquí un cariñoso saludo.


[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=z7hkU5h5zM4[/youtube]


Sobran las explicaciones, yo creo.

Ahora más que nunca, Y YA ESTÁ 😀

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¿Por qué será?

Realmente no es muy lógico tardar 2 semanas en corregir los exámenes de una asignatura. Contados profesores desmuestran que sí que es posible corregirlos en una, o incluso en menos. No olvido los 4 días que tardó en salir LGA, y ojo, que esos son largos de c*j*n*s. ¿Posibles explicaciones a la tardanza?

Entre paranoias de gente que estamos de examenes (y cuya cabeza, por tanto, está ya más que tocada), se me ha ocurrido una. Vamos a comentarla:

Todos los estudiantes sabemos cómo son las cosas. Frases como «Estamos a principio de cuatrimestre, ya me pondré», o «Este es el último fin de semana que salgo» están a la orden del día, hasta que nos damos cuenta de que OTRA VEZ MÁS, nos ha vuelto a pasar: No llegamos.

De modo que, ¿qué pasaría si la vida de profesor fuera parecida? Algunos ejemplos serían:

——–

Estamos en una reunión de departamento, cuando de repente se escucha:

– Bfff, qué pereza… Tengo que corregir los exámenes, pero es que no me entran, no hay ganas.

– Venga Pepe! Salimos esta noche, nos echamos unas jarras, y mañana lo verás todo mejor, ya verás en Filología qué bien corriges.

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Unos meses después, llega el desánimo:

– ¡¡Oh, noooo!! ¿No ves? Ya me ha vuelto a pillar el toro… A ver cómo me corrijo los 120 exámenes en 1 semana, no voy a llegar, ya he tirado el cuatrimestre a la basura otra vez. Y encima, fijo que los capullos de los alumnos responden con partes del temario que no me he mirado.

– Bueno, que te quiten lo «bailao». Ahora, no queda otra, todo el día en Filología, lleno de profesoras buenorrillas corrigiendo con faldas cortas y pasando calor.

——–

Y entonces llega el compañero salvador, el especialista en salvar situaciones límite, y tranquiliza a sus compañeros:

– Mira, mira. No te agobies. Ahora, a atajar el problema. Haz como yo. Mírate sólo las preguntas 2, 3 y 5 que es lo importante. Y si los alumnos contestan las demás, pues mala suerte. Si siempre responden a lo mismo, muy capullos tienen que ser para cambiarnos ahora los esquemas.

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Pero no… después de la corrección, llegan las penas, los alumnos dan la campanada:

– ¡Socorrooooo! Pero ¿cómo pueden ser tan mamones? En tutorías te dicen que nunca responden teoría, y que sólo iban a hacer las preguntas pares. Y van este año… y me responden todas las preguntas, y con 20 líneas por respuesta.

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Sólo de imaginarme que esto fuera así, me pongo a temblar, juasjuasjuas. Pero vaya, sería curioso ver que algunas cosas no cambian nunca, ni siquiera cuando cruzas la frontera y te conviertes en «no-alumno». Menudo descontrol sería.

En fín, veremos si 2 semanas es suficiente, y mañana tenemos notas. Hasta entonces, mis queridos padaguans. descansad y pensad sólo en que el viernes a estas horas, estaremos en el casco, cubata en mano, y con la satisfacción de que todo habrá acabado.

Enculin ending!!

Y ya está 🙂

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Parecidos razonables

Llevo tiempo dándole vueltas al asunto, y he llegado a la conclusión: El CPS está lleno de espías, criminalistas y demás gente variopinta. Iré poniendo más, pero para abrir boca, veamos unos cuántos ejemplos.

En primer lugar, tenemos este par de fotos. Los admiradores de Tintín conoceréis la primera, es del capítulo del Vuelo 714 para Sidney, uno que se meten en un volcán, luego vienen los marcianos y demás. Pues observemos con detenimiento…



Pues bien, en alguna ocasión, un fotógrafo sacó esta foto. Curiosamente hay 3 personajes también. ¿Os suena alguno? 😛



Pero esto no acaba aquí. Cierto profesor, cuyo nombre no diré aquí, tiene un segundo empleo que no nos había contado. Resulta que cuando sale del CPS, coge un avión y se va a resolver crímenes con un equipo de psicólogos y criminólogos del FBI. ¿Podría ser que hubiera visto antes a este profesor en la serie de Telecinco «Mentes criminales»?





Pero todavía hay más… Me quedan un par de fichajes. Se cree que Jesús es un agente de la CIA.  Viaja por todo el mundo en busca de los más infames terroristas, y cuando vuelve a casa, aún le quedan fuerzas para quitarse el traje, y salir pitando al CPS para dar clase. Qué valor 🙂

Observemos a nuestro joven profesor con su traje y con sus compañeros de trabajo (¿alguien lo ve?):



Después de hacer su trabajo y salvar al mundo, llega a su casa, deja la placa, la pistola, se adecenta (12 horas de avión deja a cualquiera para el arrastre), y ahí lo tenemos dando clase.



Ahora, un pequeño apunte. ¿Veis la chica que está en el centro de la foto? En la serie está liada con nuestro espía cepesiano. Pues bien, el padre de la espía, Jack (creo que se llama), es el hombre canoso que está el tercero empezando por la izquierda. Lo interesante es que… ¡¡TAMBIÉN ESTÁ EN EL CPS!! Pero como no sé como se llama, no he podido poner la foto.

Pero vaya, es inconfundible, si alguien lo ve y me dice su nombre, le estaré completamente agradecido.

Y bueno, como parece que el mundo cepesiano está plagado de agentes infiltrados, desvelaremos uno más. Cuentan las malas lenguas que un conocido profesor de LGA (entre otras), estuvo en la CIA también hace unos años, y con unos kilitos de más. Pero estamos investigando todavía.

En fin, seguiremos informando de parecidos razonables cepesianos. Por hoy, es todo cuento puedo ofreceros.

Y ya está 🙂

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Más de lo mismo

Otro día más…

Con mucha pereza, toca volver a empezar. Mañana hay otro examen, y toca remirar todos los apuntes otra vez, hacer ejercicios, y rezar para que esta vez sea diferente.

Y es que hay una cosa que nunca entenderé. ¿Por qué el personal tiene la manía de jurar y rejurar que una parte del temario no entrará, y cuando llegas al examen te encuentras 5 puntos de esa parte? Para poner un examen difícil (o al menos inesperado) es suficiente con no decir nada, tomarse un par de cutabas, y dejar que la imaginación fluya. Pones las preguntas más retorcidas que nadie haya visto jamás, te cargas al 90% de la población, y listo.

Pero no es necesario nada como ésto:

– Este año no va a haber preguntas de teoría –> 5 puntos en el examen

– No habrá sorpresas, con los exámenes de otros años, hazte una idea –> 5 puntos de temarios olvidados y contar cuadritos para sacar lo que necesitas.

– ¿Ada en el examen? No, no, sólo algorítmico. –> 2 preguntas escritas en Ada.

A lo largo de los años, han sido innumerables las veces que a la hora de poner un examen se rompen las estadísticas. Cosas que no se preguntaban desde 1996 se preguntan, cosas de las que NO has hecho ejercicios en clase, y que por tanto la «ley del silencio» prohibe poner, entran. No entiendo esa manía. ¿Por qué?

Muchas veces me lo pregunto: ¿Exactamente qué pasa por la mente de los profesores cuando ponen un examen? ¿Y cuando corrigen? Si yo hiciera un examen con un 100% de suspensos y tuviera que aprobar a 6 personas para poder decir que tengo un 10% de aprobados, me plantearía muchas cosas. Cuando un alumno suspende, muchas veces piensa «¿Qué he hecho mal? La próxima vez lo haré mejor. Mi trabajo no ha estado bien del todo». Y se le queda una extraña sensación de impotencia que intenta quitarse en septiembre. Pero lo que está claro es que nadie depende de mi trabajo. ¿Qué tendría que pensar yo si suspender repercutiera en 80 personas más? ¿Podría dormir?

Lo cojonudo es que todo el mundo salimos más sorprendidos que si una tía increíblemente atractiva entrara desnuda al examen gritando «Neneeees, os quiero a todos!!!». Pero después de eso, la gente vuelve a la rutina. Rezamos para que se apiaden, y nos callamos la boca. Todo queda ahí, las notas salen como salen, y en septiembre se vuelve a intentar, no pasa nada.

El examen de mañana debería ser relativamente asequible. Todavía tengo fe esta vez, y me fío  de las buenas intenciones de la gente. Pero después de cuatro años así no sé como todavía puedo creer.

En fin, haré un acto de fe más, y veremos qué pasa mañana.

Y ya está 🙂

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Parte de guerra I

Como ocurre 3 veces al año, la gran guerra por la supervivencia ha empezado.

El miércoles pasado, 3 horas de intensa pelea entre la armada de Flex y Bison, bajo el mandato del gran estratega optimizador, y el ejército loixiano, acabaron en una tregua indefinida, que previsiblemente durará unas 2 semanas. En ese tiempo, habrá otras 3 grandes batallas en estas nuestras tierras cepesianas.

Entre ellas, mañana tendrá lugar una de las más relevantes, que marcará el rumbo de la historia. En esta ocasión me enfrento a mi mono Agustín, a Pop, Split, Merge y demás villanos infames. Por suerte, una buena estrategia es vital, y si los cálculos no fallan, tenemos la retaguardia cubierta. El 50% de los ejércitos enemigos están vigiilados, y salvo reordenación en sus filas, las cosas deberían salir bien.

En próximos partes de guerra, adelantaremos la evolución del campo de batalla. Ahora es momento de descansar, mañana será un día duro.

Y ya está 🙂

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