Hoy toca anécdota, otra vez 🙂
Hoy he quedado con mi amigo Antón para tomar un cervezuelo y ponernos al día de nuestras vidas. Hacía bastante que no nos veíamos, así que hemos acudido al Valdai a charrar un ratico y demás.
A nuestro lado había dos señoras entraditas en años conversando amigablemente mientras echaban un café. Una se estaba echando un café con leche y con hielo. La otra llevaba un perro metido en una mochila. Cosas curiosas, oye.
Mientras yo hablaba con mi amigo, he oído un «¡Ala! Ya me canso». Intuitivamente he vuelto la mirada hacia las dos curiosas mujercillas. Y lo he hecho justo a tiempo para presenciar el gesto que va a continuación de la exclamación. La señora ha tirado su café hacia atrás, a la calle.
Se ha oído un ruido del hielo estampándose con una furgoneta que había detrás, y es entonces cuando nuestra protagonista ha entendido la jugada. Había una furgoneta aparcada justo detrás suyo, y sus desechos han golpeado la carrocería.
Ahí es cuando yo no he podido contenerme y me he empezado a partir el c*l*. Teníais que ver el café todo esparcido por la puerta de la furgoneta. Jojojoj 😛
Ella podría haberse avergonzado, haberse puesto colorada, pero NO. Nada más lejos de la realidad, ha seguido la estrategia de cuando nos tropezamos con un bordillo en un sitio concurrido. Consiste en dos pasos muy conocidos:
1. Comprobamos que nadie se ha dado cuenta. (Su desilusión ha sido obvia cuando ha visto que yo me había percatado).
2. Hacemos como si no hubiese pasado nada.
Pero esta señora tiene experiencia, y ha añadido el tercer paso, de su propia cosecha. A los dos anteriores ha añadido el comentario siguiente:
3. ¡Bueno… me ha pillado confesada!
Sí, señores. Además de cochinota, la señora se lo ha tomado con humor y naturalidad.
Por su desparpajo se ha ganado una entrada en éste mi blog.
Pues nada, con la anécdota del día me despido por hoy, que toca dormir.
Y au! 🙂
PS: ¡San Pepe!