Días como hoy me hacen pensar. Ha sido un día bastante bueno, la verdad que no me quejo por eso. He tenído cursillo de monitor toooodo el día, mañana y tarde, y ya no he querido tomar nada ni salir, porque he llegado muerto de frío y cansado.
La verdad es que la sesión de hoy la esperaba con ganas: PSICOLOGÍA. Eso de saber por qué los chabales actúan a veces de la forma que lo hacen y saber cómo reaccionar ante determinadas situaciones me parece un lujo. Creo que me ha servido, y también intentaré probar las cosas aprendidas, a ver si funcionan (tienen pinta de ir a hacerlo).
Además hemos visto varios videos, uno de ellos me ha dejado pensativo. Iba sobre la preocupación de las mujeres por su aspecto físico, y en concreto se centraba en 5 niñas (NIÑAS DE 6 AÑOS, 9, y cosas así), que se maquillaban, se mataban de hambre para no engordar (cuando en realidad estaban delgadas), y una anoréxica “oficialmente declarada” de esa edad. Me he quedado alucinado.
Y ya por el camino a casa he empezado a pensar. No sé si es que tenía la reflexión “pendiente” o qué, o si ha sido el vídeo… Pero en fin. El caso es que no entiendo por qué hay cosas que un día no nos afectan y otros en cambio nos repatean los higadillos. Unos días ni las paramos a pensar, nos limitamos a ignorarlas porque realmente nos dan igual, y otros en cambio nos hacen estar a disgusto en cualquier sitio donde estemos. Y no tiene por qué pasar de un día para otro… muchas veces pasa de una hora para otra.
Nunca entenderé por qué las personas tenemos la capacidad de hacer un mundo de cualquier cosa, y al día siguiente hacer otro mundo de otra completamente distinta. “Culo vemos, culo queremos” (como siempre, los lemas medio marranos suelen servir para describir la vida misma).
Hay que ver cuanto cunden 4 trozos de carne bien colocados. El cerebro no es más que un puñado de células bien organizadas, donde vamos guardando información sobre nosotros mismos, nuestras historias, preocupaciones, aficiones, miedos… Y allí, en un cacharro que ocupa el volumen de un par de litros de calimocho, (poco más), se concentra toda nuestra esencia, todo lo que somos. Un día una neurona se nos rebota y nos pegamos todo el día de mala leche, al día siguiente van dos neuronas amigas suyas, le dicen “tía… o vuelves a tu sitio o te metemos un guantazo” y vuelves a estar feliz y contento. Poco se sabe de ese trozo de carne en comparación con lo que se sabe, por ejemplo, sobre el corazón… Quizá algún día se sepa más, pero hasta entonces tendremos que dejar que esas pandas de neuronas vayan haciendo las cosas a su manera, rebotándose y “des-rebotándose” a su antojo.
Qué complicado es hablar sin decir nada, dejar aquí escrito todo lo que pienso sin que nadie sepa claramente de lo que hablo. Pero bueno, es una forma de relajarse. Si quisiera intimidad, cagarme en todo y con todas las palabras, lo haría en un diario o en un amigo. Esto es todavía mejor en algunos aspectos, porque puedes gritar a los 4 vientos lo que vives (que no necesariamente tiene por qué ser malo, también pueden ser cosas buenas, meras anecdotas o paranoyas), sin preocuparse de pensar “jo, mi vida es peor que Gran Hermano”. Es lo que más me gusta de esto de los blogs, todos los usos que pueden tener.
Hora de irse a dormir, mañana me espera otra sesión del cursillo. Espero que me guste tanto como la de hoy.