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El aprecio por las cosas buenas

Hoy he estado pensando en todas esas cosas que, siendo imprescindibles en nuestra vida, no valoramos lo suficiente. Cosas que sólamente el día que nos faltan vemos lo que realmente son para nosotros, lo cómoda que nos hacen la vida, y lo triste que es perderlas. Pondré un ejemplo bastante simple, aunque aplicable a objetos, y como no, a personas: EL PAPEL HIGIENICO.

Realmente… quien piensa en el papel higiénico? Todos sabemos que hay un rollo al lado del retrete, y que si se acaba hay 2 rollos más en el armario encima del lavabo, o algún otro sitio cercano y accesible. Yo creo que a lo largo del día nadie se plantea que en un WC no haya papel higiénico, excepto si entras a algún bar y no hay (que entonces lo pides en la barra), o sales por ahí de juerga, y en ese caso te llevas un poco de casa, o “clines” (si eres mujer), o te aseguras de que sólo orinarás (si eres hombre). Pero… qué pasa si estás en tu casa y acabas el último cuadradito de papel? No queda más en ninguna parte, excepto en el super de la acera de enfrente. Resulta que algo tan aparentemente inútil y que pasa tan desapercibido se convierte en una fuente de amargura.

Si preguntas por los grandes inventos de la humanidad te contestarán “la bombilla”, “la electricidad”, “la moneda y los bancos”, o incluso, por qué no, “INTERNET”. Pero… acaso alguien te nombrará el papel higiénico? NONONONONO… No lo hará nadie. Y esto es sólo un ejemplo de algo que no valoramos.

Y como el papel higiénido muchas otras cosas que no vemos que están ahí, pero que cuando no están nos damos cuenta de lo importantes que nos son.

He dicho …

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