Hoy hablaré del archiconocido por todos olor a pies.
Se trata de una contaminación del aire producida por el mal estado del calzado, por el calor, o simplemente por la mala ventilación del pie.
Ante este acontecimiento, el ser humano presenta distintas reacciones adversas (o no tan adversas, como se verá a continuación).
Por un lado, puede darse la sensación de malestar, mal genio y/o nauseas, que pueden estar sucedidas por vómitos o desmayos. Ante esta situación, suelen escucharse gritos como “Dios! Que pestazo a pinreles!”, o bien otros menos elaborados como “Macho… cálzate otra vez”. Este tipo de reacción puede generar tensiones entre el causante y las víctimas.
Por otro lado tenemos (y es mi preferida), una sensación de euforia, risas, alteración de la percepción sensorial (puede darse el caso de ver las estrellas cambiar de color) etc… En este caso, los efectos son similares a los producidos por sustancias conocidas con el común nombre de “drogas”, sólo que sin efectos secundarios. Ni resaca, ni sobredosis, ni síndrome de abstinencia, ni nada por el estilo.
Cabe destacar una última cosa:
En cualquiera de los dos casos, tras un tiempo de exposición a la radiación producida por los pies ajenos o propios, nuestra glándula pituitaria decide “ignorar” ese olor, y por eso tenemos la sensación de que ya no huele. Nos damos cuenta de que el olor no ha desaparecido si abandonamos el habitáculo en el que nos encontramos y volvemos a entrar.
Qué fase es mejor? La de “Cálzate, desgraciao!”, la de “Jaaaajajajajaj, mira un burro volando!”, o esta última en la que el olor sigue presente pero nos hemos acostumbrado a él?
Con una pinza en la nariz, me despido por hoy.
He dicho…