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El piso de las casualidades

Hoy he tenido un sueño un tanto rarito. Os lo voy a contar, que hace bastante que no escribía ninguno. Así que ponemos la letra en cursiva, y el sueño empieza así:

… (Chan, chan, chaaaaaaaan) …

Yo iba por el centro de Zaragoza, y me he encontrado dos abuelas adorables que querían tomar algo. Me han preguntado por un sitio donde comerse unos donuts, y les he indicado el más cercano que se me ha ocurrido. Por el camino (yo iba en la misma dirección así que hemos ido juntos) una de ellas me ha dicho que iba a comprar un piso al lado del Pilar, y que lo iba a pagar con dinero negro porque tenía un buen puñado en casa y quería quitárselo de encima.  Ahí ha quedado la cosa, me he despedido de las entrañables señoras, y he seguido mi camino.

Unas cuantas esquinas más allá, me he encontrado a una amiga sentada en un portal, comiendo bollitos de leche (no sé muy bien qué pintan aquí, pero bueno). Me he sentado a fumarme un cigarro con ella, y me ha contado que estaba esperando al vendedor del piso que iba a comprar, que debía estar al llegar. Así que para que no estuviera sola la muchacha me he quedado con ella.

No sé muy bien por qué, la cosa se ha empezado a poner «tontorrona» (esto tampoco sé muy bien a qué viene, supongo que los Pilares han sido largos), y cuando se nos iba a ir un poco de las manos, ha aparecido mi padre todo feliz, andando con una sonrisa de oreja a oreja. Nos hemos dado cuenta antes de que él nos viera, y hemos parado nuestros quehaceres.

– ¿Qué haces aquí, papá?

– Nada, he quedado aquí para vender el piso de la abuela a una señora y su nieta.

Yo estaba flipando… No sabía nada, ni que teníamos ese piso, ni que lo íbamos a vender. Y de repente, en cosa de una hora, he hablado con 3 personas diferentes, todas ellas involucradas en esa venta. ¡Todo ello de casualidad!

Si es que el mundo es un pañuelo, y la vida un juego de casualidades. En esta ocasión ha sido un sueño, pero bien podría haber ocurrido algo parecido en la vida real pues los pisos en Zaragoza pueden dar mucho de sí.

En fin, con mi tos y malestar de regalo por las fiestas, me despido por hoy.

Y ya está 🙂

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