En cierta ocasión, cuatro tontos acudieron a un restaurante para comer. Se sentaron en una mesa redonda y estuvieron echándose un cigarro hasta que un joven camarero les atendió. Los cuatro pidieron los mismos primeros platos: Un buen plato de cocido bien calentito que, con el frío que hacía ese invierno, era lo que mejor sentaba.
Unos minutos después llegó el camarero y repartió los platos a los comensales. Primero a las dos doncellas, después a los dos galanes. ¡Qué olor desprendían aquellos platos, por Dios! Pero algo fallaba, hubo que avisar al camarero:
– Camarero, por favor, ¿sería tan amable de probar este caldo?
– ¿Qué ocurre? ¿Está frío, señorita?
– Por favor, pruébelo y dígamelo usted.
– No entiendo, ¿acaso le falta sal, o está muy salado?
– Hágame caso, pruébelo, de verdad.
El camarero estaba cada vez más agobiado
– Qué vergüenza, hay un mosquito, ¿es eso?
– Por favor, deje de hacer preguntas. Pruebe este caldo.
– Pero señori…
– ¡¡QUE PRUEBE ESTE CALDO, COÑO!! ¡¡YA!!
– Está bien, está bien … … … … … … … … … Un momento, ¿dónde está la cuchara?
– ¡Anda! ¿Por qué piensa, joven, que le pedía que probara el caldo?
Quería darte la bienvenida, ya somos cuatro. Y por supuesto, un abrazo a los otros dos.
Y ya está 🙂
Oooooooooh =)
bienvenida!