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La del pizzero escalador

Hace que no os cuento alguna anéctota chorrona. Ésta que os voy a contar ocurrió hace unos dos años, y llevaba idea de contarla pero fue pasando el tiempo y quedó en el tintero. El caso es que este fin de semana pasado fui a Huesca con la bella doctora y salió el tema en el bar. Os cuento, no tiene desperdicio.

El caso es que la bella doctora vivía enfrente de un Dominos Pizza (o como se escriba). Pues bien, un día estábamos en su casa y nos apetecía algo de cenar, pero la vagancia nos pudo y pensamos: ¿Por qué no pedir una pizza?

Dicho y hecho, cogimos el teléfono, llamamos al Dominos y encargamos una de nuestras pizzas preferidas. Todo era felicidad, nos la traían a casa, no había que fregar, todo iba bien. Sólo teníamos que esperar media hora y TACHAAAN!!

Por otra parte, estábamos haciendo el bien por la población mundial. Porque veamos, un repartidor tendría que venir sin utilizar la moto y sin jugarse la vida, sólo tenía que cruzar el paso de cebra y llamar al timbre. Seguro que se puso super contento (qué ñoño queda eso) y cuando preguntaron quién llevaba la pizza levantó la mano todo entusiasmado.

Por fin pasó la media hora y sonó el portero automático. Fui hacia el telefonillo y recordé un pequeño detalle que había olvidado por completo:

– El ascensor estaba roto cuando llegué… seguramente no lo habrían arreglado.

Y pensaréis… bueno, tampoco es para tanto. Y no, no sería para tanto si no fuera porque hay un pequeño detalle que no os he contado:

– Estábamos en un sexto piso.

Pues efectivamente, el pizzero se chupó los 6 pisos andando para traernos una pizza a la acera de enfrente. Tampoco llevábamos suelto para dejarle propina, así que lo único que ganó es quemar calorías y mejorar su culete a base de ejercicio saludable. Cuando sonó el timbre del piso, la conversación fue esta:

– Hola, aquí tiene su pizza (pizzero jadeante).

– Ajá, muchas gracias, ¿cuánto es?

– Son xxx euros. Por cierto, ¿sabe que tienen el ascensor estropeado?

– ¿Ah sí? Vaya, no tenía ni idea. Que pase un buen día, gracias.

PUM. Puerta cerrada…

La bella doctora no quiso ni acercarse a la puerta, prefirió quedarse en el salón partiéndose el c*lo mientras yo pasaba el mal rato con Don Pizzas. Desde aquí un cariñoso abrazo para él, aquel día nos hizo muy felices dándonos de cenar.

Pues nada, hasta aquí la historia del Pizzero Escalador, otro día os cuento más cosillas interesantes.

Y au! 🙂

PS: Buena guardia, y cuenta atrás para Oporto!!

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