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Más de lo mismo

Otro día más…

Con mucha pereza, toca volver a empezar. Mañana hay otro examen, y toca remirar todos los apuntes otra vez, hacer ejercicios, y rezar para que esta vez sea diferente.

Y es que hay una cosa que nunca entenderé. ¿Por qué el personal tiene la manía de jurar y rejurar que una parte del temario no entrará, y cuando llegas al examen te encuentras 5 puntos de esa parte? Para poner un examen difícil (o al menos inesperado) es suficiente con no decir nada, tomarse un par de cutabas, y dejar que la imaginación fluya. Pones las preguntas más retorcidas que nadie haya visto jamás, te cargas al 90% de la población, y listo.

Pero no es necesario nada como ésto:

– Este año no va a haber preguntas de teoría –> 5 puntos en el examen

– No habrá sorpresas, con los exámenes de otros años, hazte una idea –> 5 puntos de temarios olvidados y contar cuadritos para sacar lo que necesitas.

– ¿Ada en el examen? No, no, sólo algorítmico. –> 2 preguntas escritas en Ada.

A lo largo de los años, han sido innumerables las veces que a la hora de poner un examen se rompen las estadísticas. Cosas que no se preguntaban desde 1996 se preguntan, cosas de las que NO has hecho ejercicios en clase, y que por tanto la «ley del silencio» prohibe poner, entran. No entiendo esa manía. ¿Por qué?

Muchas veces me lo pregunto: ¿Exactamente qué pasa por la mente de los profesores cuando ponen un examen? ¿Y cuando corrigen? Si yo hiciera un examen con un 100% de suspensos y tuviera que aprobar a 6 personas para poder decir que tengo un 10% de aprobados, me plantearía muchas cosas. Cuando un alumno suspende, muchas veces piensa «¿Qué he hecho mal? La próxima vez lo haré mejor. Mi trabajo no ha estado bien del todo». Y se le queda una extraña sensación de impotencia que intenta quitarse en septiembre. Pero lo que está claro es que nadie depende de mi trabajo. ¿Qué tendría que pensar yo si suspender repercutiera en 80 personas más? ¿Podría dormir?

Lo cojonudo es que todo el mundo salimos más sorprendidos que si una tía increíblemente atractiva entrara desnuda al examen gritando «Neneeees, os quiero a todos!!!». Pero después de eso, la gente vuelve a la rutina. Rezamos para que se apiaden, y nos callamos la boca. Todo queda ahí, las notas salen como salen, y en septiembre se vuelve a intentar, no pasa nada.

El examen de mañana debería ser relativamente asequible. Todavía tengo fe esta vez, y me fío  de las buenas intenciones de la gente. Pero después de cuatro años así no sé como todavía puedo creer.

En fin, haré un acto de fe más, y veremos qué pasa mañana.

Y ya está 🙂

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