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Mi vuelta del mundo astur

Pues ya estoy de vuelta, y con las santísimas memorias del proyecto. Esto es el mundo de nunca acabar.

No voy a aburriros con eso, los tontos que me disfrutáis del café conmigo sabéis lo que es que os den la murga con este tema. Pero sí os voy a contar impresiones que me llevé de mi visita a Oviedo, para ver a la bella doctora.

Para empezar, me llamó la atención la cantidad de estatuas que hay por allí. Un culo enorme, abuelas, Budi Alen (o como quiera que se escriba) y otras muchas. Estatuas para todo, llegué a pensar que es para que cuando haga mal tiempo las calles no parezcan tan desiertas.

Otra cosa curiosa es la… ¿cómo decirlo? ¿Inocencia? Tampoco creo que todos sean asexuados allí, pero hay algo que no me encaja, os comento.

Ya desde el primer día, la bella doctora me hablaba de comer algo que ella denominaba «cacho pito». Yo no soy malpensado, ni desde luego alardeo de mis encantos masculinos. Pero hombre, en mi tierra un cacho pito es… ¿alguien no sabe lo que es?  Por decirlo con dulzura, es un «cacharro de palmo para arriba».

Opté por hacerle caso e ir a degustar tan suculento manjar. Pedimos unos «cachopitos», no sin antes preguntar al joven camarero autóctono si con esa ración sería suficiente. Él dijo que eran grandes haciendo un gesto con las manos, que recordaba al que se hace cuando, por ejemplo, dices que te comiste un bocadillo «así de grande».  Aseguró que con dos de esos para cada uno era suficiente.

Para mi sorpresa, un «cachopito» era como una especie de sandwich, en el que cambias el pan por filetes de ternera. Así que eran dos filetes de ternera con jamón y queso por dentro, y todo ese conjunto de un palmo de grande rebozado. Efectivamente, dos de esos por cabeza y medio kg de patatas fritas (bueno, con forma de patatas fritas pero asadas al horno), eran más que suficiente.

Entonces descubrí que el famoso cachopito, que por cierto, se escribe todo junto, no era eso a lo que yo estaba acostumbrado. Pero… estos astures son tremendos… ¿En serio que ninguna de las 200.000 personas había malpensado?

Del «tortón» que comimos en otro sitio que se llamaba Tierra Astur mejor no hablo. Además de estar «cuajanudo», era inmenso. Y cuando digo inmenso digo INMENSO. Hubiéramos cenado 4 personas en lugar de 2 tranquilamente, así que podéis imaginar cómo acabamos 😀

Y es que allí tienen otro concepto del tamaño. Cuando dicen grande significa enorme. Es como los restaurantes chinos, pero más bestia todavía. No quiero pensar lo que pasará si un señor astur dice que tiene «grandes talentos»… Pobres autóctonas, dios …

Si vais por allí no dejéis de probar la sidra en todas sus variantes (sidra, sangría de sidra, mojito de sidra…). Y por supuesto, que os la escancien los camareros, es digno de ver. Se ponen brazo en alto, cual jotero pero con botellas de sidra en lugar de castañuelas. Merece la pena probar todo eso.

En fin, me gustaron esas tierras, no me extiendo más.

Os contaré más cosillas en próximas ediciones loixianas. Hasta entonces, sed buenos.

Y au! 😀

PS: Como diría Hommer… «¡¡Chocolaaateeeee!!»

 

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