Bueno, bueno, bueno…
Pues ya son dos meses en territorios suecos, y hay que ver cómo van cambiando las cosas.
Cuando llegué me desanimé un poco, me costó mucho encontrar ratos para hablar en inglés, me agobié bastante con todo el papeleo e historias variadas que hay que preparar cuando vienes. El curso de sueco me gustaba, pero no había forma ni manera de que mi memoria recuperara su habilidad para recordar cosas sin sentido. Todo era nuevo, completamente distinto a lo que estaba acostumbrado y el cambio fue algo duro.
Hacia finales de agosto llegó la joven doctora, aprobé el curso de sueco, y luego vino mi compañero de piso con el que he hecho muy buenas migas. A partir de septiembre las cosas empezaron a cambiar, las fiestas empezaron a sucederse, el inglés a utilizarse a diario y demás.
Y sin quererlo, nos hemos plantado en octubre, y en sólo cinco días vuelvo a casa para celebrar con los míos que la querida Pilarica se apareció a alguien después de algunos excesos (del tío, no de la Virgen, creo). Tengo toda una señora semana para recargar pilas, tabaco, ron, amor de «papis», comida buena y demás necesidades loixianas. Así que la verdad es que estoy bastante contento, para qué negarlo.
Luego viene lo malo, los exámenes. Y es que aquí (suecos tenían que ser) los exámenes se hacen cada 2 meses, así que sin darme cuenta he llegado al «diciembre cepesiano». Esperemos que la cosa siga cundiendo y apruebe, o ya veréis que señora liada. Jojoj. Entre tanto, que me quiten lo «bailao», que aun saliendo y demás he tenido bastante tiempo para estudiar. Creo que irá bien, pero como siempre, hasta que no ves los aprobados es mejor callarse 😀
Pues nada, la próxima vez que escriba seguramente lo haré desde mi casa, y sea para contaros lo bueno que está el calimocho y los almuerzos del Valdai.
Otro día más, pequeños padaguanes.
Y au 😀
Almuerzo en el Valdai siempre es buena idea. Y paseicos de vuelta de Interpeñas xD