Ayer mientras cenaba mi tradicional bocadillo de lomo, bacon, queso y huevo me vino a la cabeza una de mis grandes curiosidades de niño: LOS CAMBIOS DE ESTADO.
Todo el mundo sabe que a temperatura ambiente, las cosas pueden estar en estado sólido, líquido y gas. Y también sabemos que con cambios de temperatura podemos hacer que un líquido pase a gas o a sólido, y demás chorradas varias que creo que cualquiera ha podido observar. Hasta aquí todo normal, pero por si acaso ilustraré un poquillo la idea:
– Los hielos en los cubatas se acaban derritiendo (por calor), y de ahí que haya que beber rápido, porque si no no está tan bueno.
– Si meamos en la nieve, se hace un agujero en ella, porque una parte se derrite con el calor de nuestro «pipí».
Los ejemplos son ilustrativos, fáciles, baratos y para toda la familia.
Ahora viene lo que me llama la atención:
A temperatura ambiente, el oxígeno es un gas. Pero si lo comprimimos (eso es tema aparte) o lo enfriamos, podemos conseguir que pase a ser líquido. Y con mucho más frío, ¿podríamos tener un cubito de oxígeno? La teoría es aparentemente fácil, y la respuesta debería ser afirmativa. Lo que pensé ayer con aquel buen bocadillo en la mano es que, tal vez, para conseguir un cubito de oxígeno haga falta bajar de los -273º, cosa que se sabe que es imposible, porque es el «cero absoluto». Y si no con el oxígeno, podría pasar con cualquier otro gas (o no).
Si nos vamos al otro extremo, una mesa, un portatil, o por ejemplo una zanahoria son sólidos. Igual que el metal o el cristal, imagino que se podrían convertir en líquidos si los calentamos lo suficiente. Y aquí vino mi paranoia. Imaginemos un personajillo que viva normalmente a temperaturas de millones de grados… ¿Podría estar respirando patatas evaporadas?
Claro, este tema da para pensar un ratillo… En el momento en que pensabaSob en patatas gaseadas, el camarero pasó a mi lado. De modo que pensé: ¿Sería posible calentar a una persona (no malpensemos, señores, que sois unos hormonaos!) y bebérnosla?
Pensar esto no fue buena idea, porque mientras tragaba aquel sabroso bocado, noté mis tripas que hacían burbujitas. Por miedo a «descomer», decidí mirar a una bella dama morena, con escote generoso que había 4 mesas más allá, y todos mis males terminaron.
No pongo más ejemplos, que este último ha sido un tanto desagradable. Pero si os aburrís en el bus, podéis darle al coco y dejarme vuestras conclusiones.
Con esto me despido por hoy.
Y ya está 🙂
Luisillo corazoón, se te está licuando el cerebro ligeramente…