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Suecos bipolares

Por fin saco un ratillo para escribir un poco, que tenía esto un poco abandonado.

Pues sí, sigo vivo. Esta semana ha sido bastante dura en general. Nuevos horarios, nueva gente, nuevo idioma para todo, acostumbrarse a los metros, preparar las toneladas de documentación que piden para hacer cualquier chorrada, limpiar las toneladas de mierda que había en el piso… Pero bueno, las cosas van cogiendo forma MUY poco a poco, y tal vez en una semana ya pueda haber terminado con todo lo que tenía que hacer para asentarme aquí.

En general, los suecos son majos e intentan ayudarte siempre que pueden. Son sumamente educados, incluso cuando se están riendo de ti. Y si te tienen que mandar a la mierda, lo hacen, pero siempre manteniendo la compostura y sin descuidar la educación ni un segundo. Es otra forma de hacer las cosas, que no está mal.

Los horarios son raros, las tiendas, bancos y demás abren a las 9 o así, como en España, pero cierran todo a las 4 de la tarde, o como mucho a las 6. Así que o tienes papeleos resueltos antes de esa hora, o te quedas sin poder hacerlos hasta el día siguiente. Que por otra parte tampoco es mala idea, porque te obliga a moverte rápido antes de que cierren, y te dejan la tarde para tus quehaceres.

Y bueno, ahora que ya os he introducido un poco (habrá más otro día), os contaré el por qué del título del post.

El otro día hubo fiesta de bienvenida en Sundbyberg (el sitio donde vivo se llama así). Tenemos un jardín bastante grande en el primer piso, y nos juntamos allí los estudiantes para hacer una toma de contacto. Al principio era un poco tostón, porque claro, no puedes soltar a 40 personas que no se conocen y esperar que de entrada sea un fiestorro. Pero enseguida el alcohol surtió efecto, y la gente empezó a hablar más y tal.

A eso de las 11 y media de la noche, una pareja de inquilinos autóctonos (también vive gente que no es estudiante aquí) bajó a echarnos la bronca, todo indignados por el ruido y la música. Arrancaron el cable del ordenador, se pusieron a gritar… Un enfado excesivo para el jaleo que había, que no era tanto.

Pero para sorpresa de todos, un joven francés se puso a hablar en sueco con la señora. A la susodicha, se le puso una cara de felicidad que nadie esperaba. A los 5 minutos de los gritos se estaba partiendo de risa con el joven francés, le dieron una birra, y se quedaron con nosotros hablando y bebiendo hasta la 1 y pico de la mañana. ¿Qué pasó ahí? ¿Cómo es posible que bajaran casi a matarnos y a los dos minutos estuvieran tan felices?

Todos los estudiantes flipamos, aplaudimos y todo al ver aquel cambio mágico. Y lo único que sé es que cuando se fueron a dormir, el hombre iba dando tumbos, juasjuasjuas.

Creo que la clave fue hablarles en sueco, ya me lo habían dicho pero no me lo creía. Los suecos lo valoran mucho. Y si a eso le sumamos una cerveza, tenemos la solución a todos los problemas.

Pues nada, os iré contando más cosillas otro día, que ahora tengo que estudiar sueco 🙂

Y au! 🙂

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