0

El legionario del chino y el conductor cantarín

… Todos locos …

Es la única forma lógica de empezar a escribir que se me ocurre ahora mismo. Hoy ha sido un día de personajillos curiosos, y por eso voy a contaros un poco lo que ha sido.

Después de comer he bajado a mi tradicional café en el chino de enfrente de mi casa. Por el camino he visto a un señor con sombrero de legionario (verde, militar de esos con pompón), un perro cazador negro y pintas de «España, una, grande y libre». No le he prestado especial atención salvo por lo del gorro, y me he metido al bar.

Ya en el bar, he pedido mi café con hielo. El personaje ha entrado a pedirse una cerveza, dejando al perro sin atar en la puerta. El perro, todavía joven y curioso, ha entrado a ver qué se cocía en ese lugar que no había visto. Tal cual ha entrado, el señor le ha dado una pseudo-patada (de esas que sólo son para asustar, sin llegar a golpear) y el perro ha vuelto a la calle. Hasta aquí todo… normal, salvo otro pequeño detalle que todavía no os he contado:

El perro negro al que gritaba y pseudo-pataleaba se llamaba MORO.

Ya nos hemos sentado en la terraza y ha venido un adolescente extranjero, presumiblemente rumano o de algún país de alrededor. Le ha preguntado al señor a ver si podía darle algo de dinero, y el diálogo ha sido tal que así:

– Perdone señor, ¿no llevará 50 centimos para darme?

– ¿50 céntimos yo? Me los tendrías que dar TÚ a MÍ, y no al revés…. ¡Será posible!

– ¿Por qué, señor? No entiendo, no tengo trabajo.

– Vamos a ver, niño. Yo tampoco tengo trabajo, y ¿Sabes quién me mantiene? Españññña (con voz orgullosa como en tiempos de mis abuelos), igual que a ti. Españññña te mantiene. ¡Moro, muérdele! ¡Mátalo! ¡Ataca!

El perro, obviamente, ha seguido a lo suyo. Estaba todo entretenido comiendo cacahuetes que había en el suelo. El joven pedigüeño se ha ido sin rechistar, y yo, estupefacto, no he llegado a entender por qué el señor debería recibir esos 50 céntimos en lugar de darlos. No lo he entendido, pero en fin…

Tras acabar mi café me he ido a unos parques cerca de mi casa a pasear un poco. Y en un paso de cebra he oído gritos. Me he vuelto hacia el lugar de donde procedían, pero no he encontrado quién gritaba. Enseguida he entendido lo que ocurría, cuando una furgoneta ha girado en esa esquina. El conductor era un señor que iba, con las ventanillas bajadas y cantando algo como esto:

– ¡Menuda mieeeerrrrda de lugaaaaaarrrr! (repetidas veces, con distintas melodías y ritmos, pero siempre a grito «pelao»).

Como decía, todos locos. Tanto que tenía que ponerlo aquí para compartirlo con el mundo. Tal vez el amigo de Españññña y el conductor me lean y se rían un rato recordando sus respectivas hazañas. O tal vez no, quien sabe.

Pues ale, otro día más, mis pequeños padaguanes.

Y au! 🙂

PS:   … ¿O qué? 

0

Colega, ¿dónde está mi suerte?

Hoy ha sido un día de esos que esperas que acaben cuanto antes, de esos que dan ganas de encerrarte en un cuarto vacío para no liarla. Os lo voy a resumir bastante:

8.30 de la mañana:

Loixiyo entra a trabajar. El día promete ser largo pero interesante.

11.30 h:  

Loixiyo ha hecho 10 ensayos de una instalación antes de proceder en el ordenador «importante». Todos ellos han tenido éxito así que procede a cerrar el asunto. Todo va bien, tenemos otro éxito …. PUES NO. Hay errores que, aunque no dependen del nuevo software, hacen que la aplicación no funcione como debería. No pasa nada, es hora del almuerzo.

11.35 h:

Loixiyo quiere un sandwich de la máquina expendedora. Hay que meter el dinero, y pulsar EH. Por alguna razón pulsa AJ, y en lugar del sandwich sale una caña de crema fría, seca y dura. Si al menos hubieran sido unos donetes…

11.50 h:

Loixiyo vuelve a su puesto, soluciona parte del problema. El resto se solucionará cuando se instalen el resto de los módulos que todavía no están en ese ordenador. Cambiamos de proyecto.

14.00 h:

8 ensayos de instalación en el ordenador de Loixiyo e incontables pruebas adicionales aseguran que a instalación en la máquina del cliente no dará el mínimo problema. Es hora de comer, luego sigo 🙂

15.00

Procedemos a la instalación. Subimos un archivo, OK. Subimos otro, OK. Subimos otro, OK. Subimos otro… … … No ocurre nada. No hay forma de mirar los registros de errores, la única información segura es que «por alguna extraña razón, mi aplicación no funciona».

17.00 h

Después de muchas pruebas, Loixiyo ha de apuntar una serie de números en un papel para que su jefa le solucione un problema. Loixiyo los apunta. La jefa vuelve 3 veces a decirle que ya está solucionado, pero el problema sigue ahí. A la cuarta intentona, la jefa quiere que le enseñe el número. Loixiyo ha escrito mal los números en el papel.

17.20 h 

Después de dos conversaciones telefónicas con una moza muy simpática que trabaja en la empresa cliente, confirmo que no puedo trabajar más. Los archivos que necesito los recibiré mañana a primera hora.

18:20 h

Loixiyo ha terminado su accidentada jornada laboral y se va a la calle a por el coche. Deja la mochila en el suelo y se fuma un cigarro con su compañera. Al terminar, suben cada uno a su coche y abandonan Plaza.

18.40 h

Loixiyo está en casa, ya nada puede salir mal a partir de ahora. ¿O sí? ¿Os acordáis de la mochila que he dejado en el suelo? ¿He dicho que la hubiera metido en el coche?

18.50 h

De vuelta a Plaza Loixiyo empieza a dudar… ¿No habré metido la mochila en el asiento de atrás?

… (Misterio) …

… (Más misterio) …

NO.. La mochila estaba en Plaza. Y menos mal, porque si no hubiera vuelto para nada.

*********************

Y digo yo: ¿Qué probabilidad hay de que todo lo que pueda salir mal en un día (y lo que no) salga mal? Yo diría que una entre 25.000 millones. Así que como esa es la probabilidad de que me toquen los 156 millones de euros, el viernes jugaré. Si dios existe y es justo, compensará la balanza y no volveré a trabajar.

Ale, detallado mi desastre de día, me voy a dormir.

Y au! 🙂

PS:    ¡¡Caracoles!!

0

Y así cerré un chino

Me estoy dando cuenta de que me hago mayor …

Ayer mi amigos el señor Clorofila y el recientemente coronado ingeniero me avisaron para ir a su casa a echar unas copas y luego ir al casco (to the helmet) a bailar un poquillo.

Así que me dispuse a comprar bebida en un establecimiento chino. Estas tiendas están muy bien porque puedes comprar bebida a cualquier hora del día. Además venden comida y tal.

Cuando hice mi primer intento eran las 11 menos 20 de la noche. Vi salir a varios jóvenes con botellas de alcohol, así que supuse que no tendría problemas para comprar un par de litros de calimocho. El dependiente, muy amable y sonriente, me dijo que eran las 11 y no podía venderme alcohol, pues era ilegal. Detrás suyo había un reloj que dejaba claro que faltaban 20 minutos hasta que no le estuviera permitido atender mi petición. Pero ante su negativa, decidí irme a otro chino y comprar.

Unas calles más arriba encontré otro de estos establecimientos, del que de nuevo salían jóvenes menores de edad con botellas de alcohol.  No puedo asegurar que las hubieran comprado allí, tal vez las llevaban de antes. En este segundo local recibí la misma respuesta y me fui de allí sin conseguir mi objetivo.

Recordé que de camino a casa de Clorofila había otra tienda más donde intentarlo una última vez. Así que cogí una bicicleta y fui hacia allá.

Como era de esperar, varios menores salían satisfechos de la tercera tienda portando botellas de alcohol. Abrí la puerta y le pregunté a la china si podía venderme sin entrar, pues no quería dejar la bicicleta sola en la calle. La respuesta fue la misma, que a partir de las 11 no podía comprar alcohol. Esta vez al menos tenía razón, el tiempo iba pasando y efectivamente, eran las 23:00h.

Pero Loixiyo estaba harto, así que decidió actuar. Bajé de la bici, me lié un cigarrito y me senté a esperar al siguiente grupo de chavales en busca de bebidas para decirle «¿Ves como sí vendías?»

La china empezó a ponerse nerviosa. Los siguientes clientes menores de edad no se hicieron esperar, pero la china no les vendió porque sabía que yo estaba mirando. Ellos se indignaron, no entendían por qué esa noche no les vendían cuando lo habitual era que sí. Pero yo sabía la respuesta. LOIXIYO ESTABA ALLÍ.

La cosa me pareció divertida, así que cuando me terminé el cigarro (23:08h) abrí la puerta de nuevo y entablé conversación con la china:

– Mira, yo no soy policía, pero necesito un brick de vino. Sabes y yo sé que vendéis alcohol fuera de horarios. Así que si no me quieres vender no pasa nada, pero yo me voy a quedar aquí y como vea que alguien compra llamaré a la policía.

– No problema, nosotros no vendemos alcohol.

– Perfecto, yo me fumo otro cigarro. Tengo aquí tabaco para estarme un mes sentado (enseñando el paquete de tabaco de liar).

Así lo hice, me lié otro cigarro y vi como la «sospechosa de infracción» empezaba a ponerse más nerviosa. Mientras me echaba ese segundo cigarro entraron 4 grupos más de jóvenes. Demasiada gente pidiendo algo que «nunca dan», ¿verdad? Con cada grupo que entraba, yo miraba a la china y le dedicaba una sonrisa.

Cuando acabé el cigarro, la miré de nuevo y le enseñé el paquete de tabaco otra vez. En cuanto hice el amago de empezar a liarme otro más le dijo algo a su compañero. En menos de 30 segundos estaban cerrando la tienda. Apagaron las luces y bajaron la persiana. Yo les dije que «mañana nos vemos de nuevo».

Mientras se marchaban muy despacio, volvían la cabeza para ver si me iba. Doblaron la esquina, y pude ver como cada minuto sacaban la cabeza para ver si me había ido. Pero no, Loixiyo seguía allí, y al cuarto intento ya debieron cansarse y se fueron. Obviamente la abrirían la tienda 20 minutos después, pero eso ya no me importa.  Desde luego no iba a fastidiarme la noche, tenía cosas que hacer. Pero al menos les molesté un rato.

Lo que más me toca los c*j*nes es que me traten de tonto. Siempre me han vendido cuando lo he necesitado. No tienen escrúpulos para vender alcohol a jóvenes de 15 años a las 3 de la mañana, pero no me venden a mí a las 22:40. No es lógico. Y que encima se rían en tu cara diciéndote algo que sabes que es una mentira tan gorda como si yo digo que me he depilado entero. Por favor, eso no se lo cree nadie.

En fin… cosas como estas hacen que me plantee irme todos los viernes un par de horitas a estropearles las ventas. Pero si lo hago tal vez algún día os den trocitos de vuestro ídolo de masas en un rollito de primavera. Tampoco hay que abusar de su paciencia.

Otro día  os cuento más.

Y au! 🙂

PS: Vacaciones …

Y para ti, viborilla a reacción, por si lo lees: «Sé lo que hiciste y habrá respuesta. Pero todo llegará, compañera.» 

 

0

¡Chaf! Café por la furgoneta

Hoy toca anécdota, otra vez 🙂

Hoy he quedado con mi amigo Antón para tomar un cervezuelo y ponernos al día de nuestras vidas. Hacía bastante que no nos veíamos, así que hemos acudido al Valdai a charrar un ratico y demás.

A nuestro lado había dos señoras entraditas en años conversando amigablemente mientras echaban un café. Una se estaba echando un café con leche y con hielo. La otra llevaba un perro metido en una mochila. Cosas curiosas, oye.

Mientras yo hablaba con mi amigo, he oído un «¡Ala! Ya me canso». Intuitivamente he vuelto la mirada hacia las dos curiosas mujercillas. Y lo he hecho justo a tiempo para presenciar el gesto que va a continuación de la exclamación. La señora ha tirado su café hacia atrás, a la calle.

Se ha oído un ruido del hielo estampándose con una furgoneta que había detrás, y es entonces cuando nuestra protagonista ha entendido la jugada. Había una furgoneta aparcada justo detrás suyo, y sus desechos han golpeado la carrocería.

Ahí es cuando yo no he podido contenerme y me he empezado a partir el c*l*. Teníais que ver el café todo esparcido por la puerta de la furgoneta. Jojojoj 😛

Ella podría haberse avergonzado, haberse puesto colorada, pero NO. Nada más lejos de la realidad, ha seguido la estrategia de cuando nos tropezamos con un bordillo en un sitio concurrido. Consiste en dos pasos muy conocidos:

1. Comprobamos que nadie se ha dado cuenta. (Su desilusión ha sido obvia cuando ha visto que yo me había percatado).

2. Hacemos como si no hubiese pasado nada.

Pero esta señora tiene experiencia, y ha añadido el tercer paso, de su propia cosecha. A los dos anteriores ha añadido el comentario siguiente:

3. ¡Bueno… me ha pillado confesada!

Sí, señores. Además de cochinota, la señora se lo ha tomado con humor y naturalidad.

Por su desparpajo se ha ganado una entrada en éste mi blog.

Pues nada, con la anécdota del día me despido por hoy, que toca dormir.

Y au! 🙂

PS: ¡San Pepe!

0

Buscando amigos en el CIPAJ

Hacía mucho que no me ocurría alguna anécdota Loixiana digna de ser comentada. Así que os voy a contar una que me ha dejado un poco a cuadros.

Volvía yo a casa, cuando en un paso de cebra he notado que un joven me miraba continuamente. A los pocos segundos he vuelto a pillarle mirándome de nuevo, pero esta vez no ha retirado la mirada para disimular. Así que he pensado que tal vez le sonaba mi cara, y le he preguntado. Ahí ha empezado el palique, que os describo a continuación:

Loixiyo: Hola, ¿nos conocemos?

Anónimo: No lo sé, ¿crees que nos conocemos?

Loixiyo, siguiendo la coña: No sé, a mi me suena tu cara, y como me mirabas he pensado que te ocurría lo mismo.

Anónimo: Cierto, a mí también me suena la tuya. ¿Cómo te llamas?

Loixiyo: —- (mi nombre, los que me conocéis os lo sabéis)

Anónimo: Aaaaah, sí, tu eres —- , el del anuncio en el CIPAJ diciendo que buscabas amigos.

Loixiyo le seguía la coña: Sí, pero no me acuerdo si me llegaste a contestar, ¿lo hiciste?

Anónimo: Coño, claro. Soy  —-, si hasta te agregué al MSN y hablamos.

Loixiyo, empezando a flipar: Puede ser, puede ser.

Anónimo: Oye, por cierto, apunté tu móvil en la lista de amigos del CIPAJ, pero lo debí perder, ¿me lo das otra vez?

Loixiyo, haciéndose el indignado: No, no, búscalo y cuando lo encuentres me llamas.

Anónimo: ¡Vale! ¿Y te puedo llamar para quedar y eso?

Loixiyo, feliz de que no tenga mi móvil: Claro, pégame un toque.

Anónimo: Vale, ¿en fin de semena o entre semana?

Loixiyo, mintiendo como un cosaco: Entre semana, que luego curro. 

Anónimo: OK, ¡nos vemos!

Loixiyo: Sí, seguramente. ¡Cuídate!

La conversación ha sido EXACTAMENTE así, ¿qué os parece? Lo primero que he hecho al despedirme de este joven ha sido buscar una cámara oculta que no he podido encontrar. Acto seguido he comprobado mis bolsillos para estar más tranquilo. El móvil y la cartera estaban en su sitio.

Sea como sea no he conseguido averiguar quién era semejante personaje que asegura que hemos hablado antes. Pero ha sido algo tan curioso que tenía que contarlo por aquí. Espero que no lo lea, joj.

Pues nada, queridos frikoides, con esta anécdota me despido por hoy. Ha sido una semana productiva, diría yo. Ahora toca hacer que el finde sea igual de productivo. Os contaré más historias en próximas entregas.

Y au! 🙂

PS: Lo sé, hasta con las piedras.

 

0

Los cerdos, co, a la hoguera, co

No llevaba idea de escribir hasta el miércoles, momento en el que si todo va bien conseguiré la condicional. Pero lo que hoy me ha tocado presenciar en directo no tiene precio, y necesitaba contarlo al mundo.

He confirmado lo que siempre he temido. Y es que, definitivamente, la estupidez mundialmente mundial no tiene límites.

Estaba yo resolviendo un sudoku con mi cigarro y mi café con hielo cuando 3 niñatos de aspecto indeseable acompados de una niñata con aspecto algo más deseable (pero no por ello menos estúpida) se han sentado en una mesa próxima a la mía.

En un principio no les había prestado atención, hasta que una serie de eructos a cual más gordo que el anterior, pero incapaces de hacer sombra a mis rugidos de león, han empezado a sucederse. He dedicado una mirada de pocos amigos a tan insoportable gentuza con la esperanza de que tal vez se dieran por aludidos. Me han devuelto la «sonrisa» y han seguido eructando, cual puerco cuando los matan para hacer jamones.

Pensaba que sería suficiente, pero para mi sorpresa no ha sido así. Lo siguiente ha sido ponerse a escupir. Con mi café en la mano podía escuchar los sonidos de sus «ñapos» saliendo de su boca, y el ruidito al chocar contra el suelo. Mis ansias por exterminarlos a todos han ido creciendo de forma exponencial.

Cuando la situación no podía ir a peor, el volumen de sus diálogos se ha disparado, hasta que he sido capaz de entender sus palabras, que han sido algo como lo que sigue:

– Co, esta tarde vamos a ver a la Yeni, que quería ir a echar unos «flais» en su kelly.

– Vale, co. Pero paso de pedos, ¿eh, co?

– Vale, co. Sin problema, co.

En realidad había más «co» en cada frase, pero me resulta imposible escribirlos todos sin que la conversación pierda todavía más el sentido.

Mi cabeza estaba a punto de explotar, si hubiera tenido un cactus se lo habría metido a cada uno de ellos por orificios corporales que no se imaginarían. Pero no tenía esa suerte.

¿Creéis que es suficiente? Pues todavía hay más… Además han puesto música «bacaluti tronch» a todo volumen en sus móviles de última generación. No me preguntéis lo que he tenido ganas de hacer, porque si lo escribo me meterán en la cárcel por la crudeza de mis descripciones.

Nunca entenderé cómo estos especímenes pueden existir, ni de dónde han sacado su educación. Puedo entender que la gente se tire pedos mientras ande, que se saquen mocos y hagan pelotitas con ellos, para luego pegarlas debajo de la mesa. Puedo entender que haya gente que llame «despedir a Paula» al acto de hacer «caca», que digan barbaridades sexuales en cada conversación o que beban agua del Ebro.

Podría admitir que en ocasiones yo hago todo eso. Pero… hay algo que me diferencia de ellos, y es que procuro que la gente no lo vea. En eso consiste la educación, en ser todo lo cerdo que quieras y pasar completamente inadvertido (ojo a mi definición alternativa de educación).

En fin, jóvenes padaguanes, otro día más. Os informaré cuando sea libre.

Y au! 😀

PS: Y este sábado, ingenierilmente 😀