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¿Y mi calimocho?

Ya llevo dos semanas en tierras suecas.

La verdad es que me parece que llevo aquí 20 años. Y no es que lo esté pasando mal, para nada, pero todo es raro, los días son largos desde que he descubierto que se puede uno levantar a las 7 de la mañana y el mundo no se acaba.

De esta forma, te da tiempo a hacer muchas cosas, y esto es bueno y malo, por supuesto depende de cómo se mire.

Te da tiempo a ir a clase, a arreglar papeleos variados, a estudiar, a dar una vuelta por la ciudad, y aun te queda tiempo para salir por ahí. Aunque bueno, fiesta como la española, por muy Erasmus que sea esto, no hay ninguna. La música es ese tipo de música que yo odio y de hecho, escuchar «Requesón» fue bien recibido por mi parte. Quien me conoce sabe de sobras que ponerme ese ruido infernal es capaz de aguarme una noche. Pues bien, aquí fue bien recibido.

Los precios para beber tampoco son «a la española», y como era de esperar no existe el calimocho, TODAVÍA. Pronto empezaré mi fabricación casera de ese ansiado manjar español, y mi felicidad se disparará hasta límites insospechados. Queda poco, queda poco. Si algún habitante «Estocolmiano» lee esto, recuerda: El vino de Sundbyberg seguirá su tradición, y serás bienvenido 😀

Así que, en general, la vida aquí no parece mala, aunque con limitaciones obvias en cuanto al horario, al alcohol, y algunas otras cosas más, como la familia, que aunque pocas veces lo diga, también se nota que faltan (¡Familia! No os acostumbréis, yo no soy de decir estas cosas :-D).

Eso sí, se hace bastante cuesta arriba el cambio. Si no te paras a pensar todo va bien. Te levantas, te vistes, vas a clase, haces lo que tengas que hacer, llegas a casa y preparas la cena. Luego hablas un poco con alguien en el «mesenller», te vas de farra o duermes. Pero como tengas la brillante idea de ponerte a mirar fotos, o pensar «dónde te has metido», la has liado parda 😀 … Hoy ha tocado una de esas liadas, que entre la joven doctora primero, y el teleco cuasi-informático después se han encargado de arreglar. Estas cosas pasan, es inevitable.

Más si nunca te has movido de casa, y estás acostumbrado a ver a tu gente a diario. Te pones a ver fotos de algún viaje que hayas hecho, o de tu anterior vida cotidiana y te entra cierta «zaragocitis», obviamente descartando mi amado cepese, que de ese procuro no acordarme, ni de noche ni de día 😀

Pero por supuesto no me preocupa, llevo 2 semanas aquí y nadie dijo que sería fácil. Poco a poco se va conociendo a gente, se va soltando uno al hablar en inglés, y se va conociendo la ciudad. Así que lo mejor está por llegar y tengo 10 señores meses para descubrirlo.

Con eso me quedo, y con que dentro de una semana todo esto será un poquito más fácil.

Ahora, mis jóvenes padaguanes y frikoides que leéis esto (por gusto o porque buscabais material de índole sexual en Google), he despedirme por hoy. Otro día os cuento más.

Y ya está 🙂

PD:  iño puede, ín no, sin nada jamás, ¿está claro?

1 comentario en «¿Y mi calimocho?»

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