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2022: Un año para recordar

2022 es un año para recordar, lo hablaba el otro día con la Bella Doctora. Y es que ha habido de todo, momentos buenos, malos, durísimos, miedos, alegrías, cambios en el trabajo, reencuentros con viejos amigos…

Por eso, y porque desde que la pequeña Alicia nació mis neuronas tienen memoria bastante limitadica, he decidido escribir esta entrada, porque no quiero que dentro de unos años me pregunte «¿qué pasó en 2022?». Está claro que hay hitos importantes que no olvidaré, pero hay otros que con los años pueden ir quedando en segundo plano, tercero, cuarto… y finalmente caer en el olvido. Así que veamos esa lista de cosas :-).

Mi viaje por el mundo en solitario

Siempre había tenido una ilusión: irme solo por el mundo y pasar unos días conmigo mismo. Este año mi vida estaba a punto de cambiar así que mi fiel compañera de viajes me dijo: «Adelante, no te quedes con las ganas, que es un sueño que tienes». Dicho y hecho, me cogí los vuelos y me fui 10 días a Washington y Nueva York.

Fueron unos días muy especiales, pasé mucho tiempo a mi aire, sin distracciones, llevando horarios locos como a mí me gustaba hace unos años, organizando mis días como me apeteció y viendo frikadas de lo más variado: cementerios, arquitectura masónica, el museo de Friends (esto me lo regaló la Bella Doctora) y otras cosas no tan turísticas como una estación abandonada o una «falsa casa» en Brooklyn que en realidad era una puerta para los bomberos o algo así.

Proyecto Mini-Yo

Desde hacía ya algún tiempo la idea de tener hijos nos venía rondando por la cabeza. Como en nuestro viaje de novios estuvimos en Tanzania los médicos recomendaron dar un margen antes de encargar el Minion. Por eso esperamos hasta principios de este año para ponernos manos a la obra.

Por aquel entonces no lo sabía, pero cuando cogí el avión a Estados Unidos mis pequeños soldaditos ya habían cumplido su misión. Así que la semana después de volver del viaje hicimos varios tests de embarazos en días distintos (porque el primero yo me lo tomé como «bah, fijo que es un falso positivo») y recibimos la buena noticia: Mini-Yo saldría a producción hacia el mes de noviembre.

Cambio en el trabajo

Llevaba varios años queriendo un cambio en mi vida laboral. Y no, no es que no me gustara lo que hacía, pero necesitaba salir de mi zona de confort después de más de 10 años en el mundo de la Web. Así que, como quedaba una vacante en el equipo de DevOps, ¡ahí que me fui!

Fue un reto interesante, no sólo a nivel profesional sino personal. Es una antigua tradición que los equipos de desarrollo y los de DevOps no se lleven bien, así que el movimiento me pareció una buena oportunidad para intentar sembrar la paz entre ambos mundos. Veremos si con el tiempo recogemos frutos güenos, güenos.

Compra del piso

Pues seguimos para bingo :-). Ya en 2020 habíamos empezado a mirar pisos pero ninguno nos había convencido lo suficiente como para dar el salto. Este año nos dio por hacer otra ronda y encontramos uno que nos pareció que podría ser nuestro nuevo hogar. No tenemos fecha de entrega, todavía lo están terminando de construir, pero estamos muy ilusionados. ¡Paciencia!

Viaje con la Tinki-Winki

Siempre había querido hacer un viaje con mi amiga, «La nómada loca». Este año, para Semana Santa, la Bella Doctora y yo decidimos retomar ese viaje a Londres que la pandemia nos hizo cancelar, y a última hora se nos ocurrió preguntarle si quería coger a su hungarillo prometido y venirse con nosotros.

¡Pues hale, a Londres que se vinieron! Pude matar dos pájaros de un tiro, visité Londres y tuve el viajecillo con ellos. ¡Y lo contentos que se pusieron cuando les dimos el notición!

Conciertazo de Ixo Rai!

Después de 20 años sin verlos en concierto, el 23 de abril, día de San Jorge, Ixo Rai! dio un lo que en principio sería su último conciertazo. Fui con la Bella Doctora, con Alicia (aquí ya sabíamos que Mini-Yo tendría chorrete) y mi padre, el abuelo Paco, que era con quien yo iba a estas cosas de pequeño.

A mi padre se lo dije hace unos días, necesitaba que lo supiera. Ese concierto fue sin duda uno de los momentos más emotivos de mi vida por todo lo que había ahí concentrado (padre, esposa, hija en fabricación, día de Aragón, Ixo Rai!, banderas de mi tierra…).

Poco después se supo que harían una gira por Aragón y, aunque al principio fue un poco decepcionante, no tardé en decidir que, en realidad, viví «el último concierto» pero ahora tendría la oportunidad de verlos también en Huesca y en Zaragoza para El Pilar.

Y sí, el cierre de la gira lo hice con mi Hermano Hermano, el Hijo de Boston. Así que sí, «bro», el último 15 de Agosto lo bailé contigo :-).

Viaje a Escocia

Otro viaje que tenía pendiente era un recorrido por Escocia. Coger un coche y recorrer el país con la calma, visitando ciudades, lagos, bosques y todo lo que diera tiempo. Pero conforme iba avanzando el embarazo se nos iba haciendo más difícil seguir nuestras rutinas viajeras, poco recomendables para estos casos.

Finalmente nos decantamos por ir a Glasgow y Edimburgo y dejar para más adelante el tour completo. Además así podremos llevar a Alicia a conocer mis tierras (los 10 metros cuadrados que apadriné, jejej).

Fue un viaje tranquilo en el que pudimos disfrutar del tiempo necesario para ver todo con calma. Edimburgo es muy, muy chula. Mucha cosa estilo Harry Potter, cosillas de masonería, gente muy amable, cerveza… ¡Volveremos!

Y ojo, como sorpresa final, Basil, un buen amigo del Erasmus que estuvo desaparecido durante muchos años me escribó la última noche para decirme que poco después pasaría por Zaragoza. Así que, después es tanto tiempo, pudimos pasar una tarde juntos poniéndonos al día.

En resumen

Que me ha quedado el mejor año de mi vida, desbancando después de más de 10 años a mi casi insuperable año de Erasmus. Aquí la lista completa de cosillas que quiero poder recordar en un futuro:

  • Viaje en solitario a Washington y Nueva York
  • Proyecto Mini-Yo
  • Cambio en el trabajo
  • Compra del piso
  • Viaje con «La nómada loca» a Londres
  • Conciertos de Ixo Rai!
  • Viaje a Canarias
  • Viaje a Escocia
  • Viaje a Santander y el País Vasco
  • Bodas varias (Barcelona, Gijón, Santiago de Compostela y Rueda)
  • Reencuentro en Zaragoza con Basil, el suizo pródigo del Erasmus
  • Viaje a Valencia, ya con Alicia y reencuentro con Angel Goodmorning

Y eso es todo. Dejo unas fotillos a modo de resumen, y con esto me despido.

Os deseo unas felices fiestas y todo lo mejor para este año 2023.

Y au! 🙂

PS: Gracias por acompañarme

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Conciertazo de Ixo Rai! 20 años después

Llevaba desde el año 2002 esperando a ver si Ixo Rai!, mi grupo favorito, volvía a juntarse. Al principio tenía esperanza pero con el paso de los años se convirtió en un «bueno, si al menos dieran un último concierto…». No, no hubo suerte… hasta este año. Porque, 20 años más tarde, después de entrar a la universidad, de que la selección española ganara un mundial, de mi erasmus, de una década trabajando y de hasta una pandemia, me llevé una gran sorpresa. Después de todo eso, un día 23 de abril, San Jorge, dieron un conciertazo en el Príncipe Felipe.

Alguien se lo curró y subió un video resumen Youtube, os lo dejo para que lo disfrutéis. Gracias, Manuel Pardos, por subir el vídeo:

Ya veis, sí que fue un conciertazo. Creo que tocaron prácticamente todos los temazos que recuerdo: la del jamón, la de la virgen, la de las drogas, la que cantan en aragonés, la de Whyndemoney… En mi caso tuvo tuvo un elemento que lo hizo todavía más especial. Os cuento:

Cuando era adolescente, mi hermano y yo solíamos ir con mi padre a conciertos de música de la tierra y otros actos relacionados con Aragón. A veces a mezcladillos de La orquestina del Fabirol, La Ronda de Boltaña, Labordeta, Ixo Rai! y demás. También lo intentamos con clases de aragonés, e incluso estuvimos torturando en el coche durante varios años a una pobre zagala con lo que llamábamos «música patriótica» (las mismas 3-4 canciones en aragonés, cantadas día tras día, una y otra vez). Se me vienen a la mente un montón de recuerdos entrañables de aquella época, fueron unos años estupendos, pero tampoco os voy a aburrir demasiado con eso. Vamos a lo que nos interesa.

Pasó el tiempo y esta afición de la que tanto disfrutaba fue quedando en segundo plano hasta que, finalmente, desapareció. 20 años más tarde, cuando en enero me enteré de que Ixo Rai! tocaba una vez más (y esperemos que no sea la última), decidí comprar unas entradas para ir con mi señora esposa, la bella doctora y, finalmente, también con mi padre. De esta forma, la persona con la que siempre había ido a este tipo de eventos acabó juntándose conmigo, con la doctora y con su nieta, la pequeña Alicia, que está en proceso de fabricación, y saldrá a producción el próximo 26 de octubre.

¡Ya veis! En el día de Aragón recuperamos, aunque sólo fuera por un día, esa tradición y nos juntamos lo viejo y lo nuevo, pasado, presente y futuro. No pude evitar emocionarme cuando cantaron «Un país», para acabar cerrando con el mítico «15 de agosto».

Pues hasta aquí os puedo contar.

Y aunque con retraso… ¡Feliz día de Aragón!

Y au 🙂

PS: Cuando las ganas de arrancar manzanas podridas te puedan, sólo recuerda estas 3 palabras: Cuestión de prioridades…

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Piratear o no piratear, esa es la cuestión

Hoy voy a contaros algo que me ocurrió el miércoles pasado, unos días antes de mi boda, mientras terminaba con los últimos preparativos para el gran día.

La ceremonia fue en el ayuntamiento de Huesca, una cosa íntima, los padres, los hermanos y la Pequeña Hobbit, portadora de los anillos. Sólo mi abuela, último dinosaurio superviviente y actual cabeza del clan Loixiano tuvo que quedarse en la residencia porque por su avanzada edad asistir le resultaba una odisea. Me hubiera encantado que hubiera podido venir y hubiera movido cielo y tierra para hacerlo posible pero la verdad es que pensando en la pobrecilla y en los esfuerzos que hace para levantarse de la silla lo más sensato era dejarla tranquila. Aun así pudimos hacer una videollamada, hablar con ella y que nos viera todo guapos y le enviamos una réplica del ramo de la novia, de esos que no caducan en varios años. Oye, menos es nada. 🙂

Pues bien, unos días antes estuvimos cerrando pequeños flecos que nos quedaban coleando, entre ellos la música para el acto. Los del ayuntamiento (muy amables con todo, desde aquí les mando un abrazo por si la mala suerte les acaba trayendo a este blog) nos dijeron que lleváramos 3 canciones que quisiéramos que pusieran durante la entrada, las firmas y la salida.

Así lo hicimos y durante algunos ratos mi señora y yo (jodo qué viejuno queda… creo que voy a seguir llamándole novia) tiramos de listas de Spotify hasta encontrar los 3 temazos elegidos. Básicamente música de cuerda y pianos, bien música clásica o versiones de temas modernos en plan «bodorriable». ¡Qué bien, ya tenemos música!

Ahora sólo quedaba enviar los mp3s al señor del ayuntamiento… y aquí empieza el baile. ¿De dónde los sacamos? Aquí es donde nos dimos cuenta que no había forma humana, y esto ocurre tanto con la música como con las películas, series y demás. Veamos:

Actualmente tengo algunas subscripciones de pago a diferentes servicios de estrimin (streaming, para los puristas), a saber:

  • Spotify: música chachi, toda la del mundo para escuchar y descargar… pero sólo a través de su aplicación
  • Netflix: puedes descargar sus películas y series durante unos días, luego caducan
  • HBO: la tengo hace algunos meses y no he probado, pero creo que también se puede descargar
  • Amazon Prime: creo que también se puede, sí
  • Disney +: otra para la colección

Así que tengo tropecientos mil servicios de subscripción, pago religiosamente por todos ellos, pero ninguno de ellos me ofrece la posibilidad de descargar el material (por el que pago) y ponérmelo en un medio extraíble. Y sí, algunos podréis decir lo siguiente:

¿Cómo te van a dejar descargarlo donde quieras? Entonces podrías hacer negocio, utiliza sus aplicaciones

Vale, bien, pero entonces… ¿A quién puedo acudir si necesito tener un mp3? Podría decirle al ayuntamiento de Huesca que paguen una subscripción para poder enviarles el enlace, pero lo que creo que harán (y con toda la razón del mundo) es mandarme a… al título de mi blog, vaya. 😀

Rápidamente busqué solución alternativa. Empecé por plataformas como Prime Music y Apple Music, que me permitían comprar canciones específicas, al menos la de Amazon. Pero, ¿sabéis qué? Una vez más, necesitaba la aplicación para poder descargarlas, no había otra manera.

Segunda alternativa: Torrents. Aquí encontré muchísimos enlaces, con la música. Sólo había dos inconvenientes: que tenía que filtrar mucha mierda y además que mi operadora tiene capadas algunas de las páginas. Tampoco era una opción.

Tercera alternativa, la cutre: Busqué en Youtube, encontré lo que quería y utilicé cualquier servicio gratuito para obtener el mp3 a partir de la URL de Youtube. Cutre, posiblemente no del todo legal, pero efectivo.

La verdad es que no puedo entender cómo es que pagando tantas subscripciones y esforzándome por no piratear nada, al final acabo teniendo que volver a lo de siempre para tener música (a la que tengo acceso por varios sitios de los que estoy pagando) en un día tan importante como el de mi boda. Ahora es cuando me llama la SGAE y me invita a pagar un pastizal por poner 3 minutos de música en un evento en el que no voy a ganar un duro.

Quedémonos con lo bueno… en 1 mes entero no pisaré la oficina, por fin voy a poder coger un avión para irme a cascala, voy a desconectar de verdad, tendré mucho tiempo para estar con la bella doctora, ver cosas, dormir, comer, preparar nuevas personillas que paguen nuestras jubilaciones…

Y dicho esto… a disfrutar toca. 🙂

PS: Tú tranquila, que los leones no son tontos…

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Lo egoísta del altruismo

Momentos convulsos éstos. Mientras el coronavirus va haciendo sus cosas la gente sólo podemos intentar protegernos lo máximo posible, evitar situaciones de riesgo, quedarnos en casa y matar el tiempo como buenamente podemos.

Podría decir que me siento afortunado de algún modo. Por suerte o por desgracia mi empresa sigue funcionando y no tiene pinta de que la situación vaya a cambiar. Mi novia es médico y tiene trabajo hasta hartarse. El trabajo y, por tanto, el dinero no deberían ser un problema, gracias a dios. No tengo hijos ni familiares enfermos más allá de mi abuela, que está en una residencia y por la que por desgracia poco puedo hacer desde aquí, salvo llamarla cuando puedo e intentar entretenerla. Así que estoy llevando todo esto, dentro de lo que cabe, bien.

Esta semana estoy trabajando desde casa, lo que me permite ahorrarme un buen rato de conducir y salir a mi hora. Con la compra de la semana hecha, todo el tiempo desde que termino de trabajar es para mí. Así que estoy pudiendo leer, ver películas, hacer bicicleta estática para no oxidarme más y, cómo no, para una de mis grandes aficiones, reflexionar.

Y el tema de hoy es el egoísmo.

No paro de ver, en todas partes, actitudes incomprensibles. Yo quiero ir aquí, pues voy. Yo no quiero estar en casa, pues me doy una vuelta para hacer compras (un paquete de pipas). Yo quiero ir a eventos multitudinarios donde contagiar a todo hijo de vecino, pues voy. Yo quiero… yo quiero… yo hago… Hay esperanza y también se ven cosas maravillosas, a ellas dedicaré un post otro día pero, hoy, a lo que estamos.

A todos los egoístas he de deciros que la estrategia que adoptáis no es la óptima. Y es que a veces no hay nada mejor para uno mismo que dar a los demás. Y para ilustrar, iremos a un ejemplo práctico. Hace alrededor de 18 años, estando de campamento, jugamos un día a un juego que me dejó atónito:

Estábamos 4 personas y era un juego individual. Cada uno tenía 3 cartas, y podíamos elegir cómo jugarlas. Dependiendo de nuestras decisiones podíamos ganar cada uno 10 puntos, 8 puntos, o ninguno. Con los puntos que obtuviéramos podíamos comprar la cena, el saco de dormir, una linterna… Todos intentamos ganar los 10 puntos y, como no podía ser de otra manera hubo tres personas que no ganaron ninguno. De repente el monitor dijo algo que me marcó:

Bien, habéis perdido.

¿Sabéis por qué? Habéis intentado ganar sin pensar que si hubierais jugado pensando en los demás habríais conseguido 32 puntos entre los 4.

Con esos puntos tendríais la cena, un par de sacos de dormir y la linterna de propina.

OJO… si hubiéramos pensado en equipo aun siendo individuos diferentes habríamos ganado todos. Nadie habría ganado el máximo, pero todos hubiéramos cedido sólo una pequeña parte del máximo posible.

Esto es lo que veo en el día a día. Y cuando digo que es posible hacer las cosas de otra manera la gente me tacha de loco. No lo soy, y cuando te das cuenta del error caes en lo que has perdido (o en lo que podrías haber ganado).

Ahí queda mi reflexión de hoy.

Además dejo una frase que me viene a la cabeza muchas veces últimamente. Ya desde hace varios años pero, especialmente, en estas últimas semanas:

… cada ocasión de ser útil que no aprovechas es una infidelidad …

Sin más, me despido por hoy, ahora voy a hacer algo que adoro.

Y au! 🙂

PS: Y a ti, mi bella compañera que endulzas las cuarentenas, sólo te diré: COMER COMER COMER COMER COMER COMER COMER COMER COMER COMER COMER …

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¿Optimismo o bendita inocencia?

Hoy voy a romper mi largo silencio bloguístico con una tontería con la que me estuve partiendo el c*lo hace unas semanas, y que demuestra algo que para mí es una obviedad.

Pues bien, resulta que las personas somos optimistas, sin más. Es por naturaleza y, aunque a veces nos cueste verlo, es una constante independiente de la edad, del género, de la raza o la longitud de la nariz. Veamos un ejemplo práctico e ilustrativo.

Hace algo más de un mes (sí, llevo reteniendo esta historieta desde entonces), fui a Grancasa a comprar el regalo de cumpleaños para la bella doctora. Finalmente no me decidí y no compré nada, pero bueno, al menos lo intenté. Fui en coche, directamente al salir de trabajar, pues me pilla de paso.

En ese centro comercial, como en todos, en el aparcamiento hay unas maquinitas donde tienes que meter la tarjeta que has cogido al entrar, y con eso te calculan lo que tienes que pagar, si es que has excedido el límite gratuito. En la planta «menos dos» hay dos de estos aparatos.

Aquel día ocurría algo muy curioso y es que, si bien en una de las máquinas no había nadie, en la otra había una fila de unas treinta personas esperando pacientemente. Yo hice lo propio, y me puse a la cola. Y aquí viene el fenómeno inesperado:

Durante esos aproximadamente 5 minutos que pudieron pasar hasta llegar mi turno, unas 15-20 personas intentaron ir a la máquina sin fila, dando por hecho que a los demás nos gusta esperar, que la máquina sin fila funcionaba, y que estaba ahí, solita, esperándoles a ellos para que pudieran pagar sin esperas e irse a casa a ver la televisión.

Con cada uno de aquellos personajillos optimistas que de verdad creían que era su día de suerte, mi sonrisa iba en aumento, hasta que con el décimo de ellos no pude evitar soltar una carcajada mientras pensaba:

– ¿De verdad crees que todos estamos esperando por gusto?

– Vale, habrás pensado «ya, pero ¿y si nadie ha probado antes? ¿Y si todo el mundo ha preferido no hacer el tonto y hay una máquina libre que realmente no está estropeada?

– Iluso… ponte en la fila y no me hagas reirme más 😀

Lo cierto es que pasé un buen rato, observar en silencio es una buena forma de amenizar una espera. A falta de buena música, buenos son los optimistas.

Con esto me despido, esperando que el arrebato de hoy por escribir no sea algo puntual y que pueda volver a soltar mis chorradas cibernáuticamente.

Y au! 🙂

PS: Muchacha… vamos a cenar que tenemos una serie pendiente 🙂

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La locura napolitana. Parte 1

Después de unos meses ausente he decidido escribir un par de entradas sobre mis experiencias vividas recientemente durante mi viaje a Nápoles, hace un par de semanas.

La ciudad me pareció muy curiosa, algo descuidada pero bonita, con contrastes alucinantes. Yo la llamé la ciudad del «y esto a qué viene aquí?», porque tan pronto veías el mar y al lado montañas altas, como un edificio precioso y al lado una iglesia abandonada. La comida es… simplemente italiana, y aprovechamos para comer lo típico, pizzas, pastas, café, helado y cosas por el estilo. Los postres bien también :-D.

Pero esta entrada la quería dedicar a la conducción napolitana. Si bien es sabido que los italianos conducen «de aquellas maneras», he de decir que en Nápoles la cosa es sencillamente surrealista, os voy a contar algunas (seguro que olvido más de la mitad) barbaridades de las que me encontré.

Resumiendo, pero no por ello exagerando ni diciendo cosas que no son ciertas, las normas no existen. La conducción allí avergonzaría a cualquier autoescuela y no es digna de un país civilizado, es surrealista.

Para empezar, las líneas continuas no tienen el significado de «esto no se cruza» que tienen en el resto del mundo. Allí son orientativas e indican por donde va el carril, pero nada te impide cruzarlas si lo consideras oportuno, adelantar en curvas con este tipo de líneas y demás.

Los pasos de cebras son meros elementos decorativos ya que nadie va a parar para que pases. Sabiendo esto, la gente cruza por donde le viene en gana, por cualquier sitio. Si estás en una acera y necesitas pasar, sólo tienes que cerrar los ojos, rezar, llamar a tus seres queridos por si acaso y cruzar. Los conductores no pararán pero si no haces movimientos bruscos te esquivarán para no atropellarte. Es algo realmente práctico ya que no tienes que andar buscando pasos de cebra ni esperando a que tu semáforo más cercano se ponga rojo. En España hay gente que incluso se disculpa si en un paso de cebra no le ha dado tiempo a frenar para que tú pases.

Los semáforos se utilizan de forma diferente. Un semáforo en ámbar significa lo mismo que uno verde, y uno rojo significa «si ves que viene alguien, espera a que pase antes de seguir». La gente rara vez los respeta si no es un cruce realmente grande (sí lo hacen en cruces de avenidas, por ejemplo).

Las rotondas también son un elemento curioso ya que, a diferencia del resto de países desarrollados, no aportan prioridad a quien anda dentro. Son simplemente una forma de organizar el tráfico en cruces complicados para que la gente no cruce por donde quiera. Pero al llegar a ellas la gente no frena, pasa igualmente. Parará únicamente el que más aprecio tenga a su coche esté dentro o fuera de la rotonda.

Las motos se usan como medio de transporte comodín donde todo es posible. Es frecuente ver motos con dos personas, tres, una portando un televisor, madres con niños sin casco, gente hablando con el móvil (puesto al cuello para tener las dos manos libres), niños de 11 años y demás. Adelantan en cualquier momento y situación, haciendo que conducir sea extremadamente agotador debido al grado de atención que tienes que mantener si no quieres dejar a alguien huérfano.

Más cosas… ¿conocéis las «isletas»? Son esas zonas rayadas con líneas que se supone que no se pueden pisar ni utilizar para aparcar. En Nápoles son parkings municipales gratuitos donde puedes dejar el coche sin problemas. No importa si hay policía (que la había) mirando, la gente las utiliza para lo que les da la gana. Aparcar la gente aparca en cualquier sitio: dobles filas, triples filas, bloqueando a coches de forma que no puedan salir… Sólo vimos un sitio donde la gente respetaba las señales de prohibido aparcar, el lugar reservado para los Carabinieri.

También llegamos a ver a gente que, en medio de una carretera de montaña, decidió parar en medio del carril para sacar fotos al paisaje. Claro, ¿por qué no? Si vas conduciendo no puedes sacar fotos, así que lo mejor es parar para no causar un accidente. Lo curioso es que la gente, lejos de pitar al infractor, me pitaba a mí por no querer adelantar en una curva sin visibilidad.

Los adelantamientos también merecen comentario. Y es que se puede adelantar con absoluta libertad. No importa si es una carretera de montaña en las que la velocidad media es de 40 km/h, una ciudad, una calle del centro de un pueblo, por la izquierda, derecha o incluso si hay más gente adelantando en sentido contrario. El día que alquilamos un coche hubo un momento que mientras a mí me adelantaba una moto en una curva, otra moto adelantaba a otro coche que venía de frente. Pero oye, que pasamos los cuatro y no nos matamos ninguno.

Si en algún momento te equivocas de dirección puedes parar, dar marcha atrás y hacer un cambio de sentido, nadie pitará.

Seguro que me olvido de cosas, pero a grandes rasgos todo lo que os he contado lo viví. La característica común al 99.9% de los conductores en Nápoles es el egoísmo, además de la poca vergüenza. Yo no podría ser así, pero bueno. Y lo peor es la pasividad de las autoridades. Con una semana de multas contundentes se acabaría la tontería, sacarían dinero para construir 3 hospitales y remodelar los edificios de toda la ciudad, y quitarían tantos carnets de conducir que el centro quedaría sin tráfico. Todo ventajas.

Tres cosas aprendí de mi experiencia conductora, una es una nueva expresión y las otras dos son verdades como templos:

– Hacer el italiano: Hacer una barbaridad al volante, lo más gorda que se te ocurra y con algún fin que para nada justifique tu infracción.

– Bajo ningún concepto homologaría un carnet de conducir obtenido en Italia para conducir en España. El resto de los países que hagan lo que quieran pero aquí no quiero muertos.

– He confirmado que Dios realmente existe, solo que está ocupadísimo en Nápoles salvando vidas y por eso apenas se le ve deshaciéndose de enfermedades importantes, evitando guerras o echando una mano en asuntos relevantes para el resto de la humanidad.

En cambio, sí que os voy a decir una cosa. Gracias a estas y otras cosas que os contaré en alguna entrada más, volví sintiéndome más orgulloso de ser español (a pesar de la corrupción y otros muchos problemas que tenemos aquí).

Y au! 🙂

PS: No preocuparse, haremos más viajes